El Mallorca tenía la obligación de ganar al Rayo Vallecano y lo hizo. Todos los demás análisis sobran. En lo que queda de temporada el cómo dará igual porque lo importante será el qué. O lo que es lo mismo, si gana o si pierde, porque ya se ha demostrado que el empate es como una derrota en la mayoría de ocasiones. Hace mucho tiempo que ya se ha asumido que esta temporada es un soberano fracaso, tanto del consejero delegado Maheta Molango como del director deportivo Javi Recio, con la decisiva colaboración de los jugadores, por supuesto, y de Fernando Vázquez. Pero a partir de ahí lo mejor es que se evite el desastre, que sería un descenso a Segunda B y, en partidos como el de ayer, lo importante es que el resultado sea positivo. Ya da igual si juega mejor o peor, si ataca más o menos, porque en esta categoría, en una situación tan delicada, lo importante es tener el oficio suficiente para quedarse con los tres puntos. Eso sí, siendo justos, el Mallorca de Olaizola, a pesar de los errores individuales defensivos que se pagan demasiado caro, como en Reus, Oviedo o ayer mismo con el tanto vallecano, es más fiable que el de su antecesor. Y eso ya es una esperanza para lo que queda, que es mucho y muy duro.
