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Segunda B

Hermanados en la mediocridad

El Atlético Baleares y el Mallorca B cierran la primera vuelta de la Liga lejos de las expectativas creadas entre sus aficionados por la configuración de sus plantillas

Becchio, novedad en Son Malferit.

Mallorca B y Atlético Baleares cierran el año 2016 bajo el signo de la mediocridad. Tanto a nivel de resultados como de propuesta futbolística. Y cómo no, con planificaciones deportivamente hablando discutibles y que han llevado a ambos colectivos a darse la mano en cuanto a errores y aciertos -que también los ha habido- para cerrar la primera vuelta del campeonato liguero de la Segunda División B muy lejos de las expectativas inicialmente previstas.

Aunque con matices, las pretemporadas de ambos equipos han venido marcadas por las entradas y salidas de futbolistas, tema mucho más pronunciado en el caso del Mallorca B.

El filial rojillo, que arrancó en verano con una plantilla sobredimensionada y aún por definir, vio cómo por el camino se quedaron jugadores con garantía inicial de que iban a ser importantes, pero que ante la incorporación de futbolistas del primer equipo, pero con ficha del filial, tuvieron que buscarse otros destinos.

Casos como el de Héctor Escrich -informado el mismo día del debut del filial frente al Alcoyano de que no tenía dorsal- fueron una sorpresa. Por no obviar la normativa de los sub-23, que dejó fuera de la órbita del filial al que fue la pasada campaña durante muchas jornadas la 'escopeta nacional' del fútbol español, el inquer Mateu Ferrer.

El filial, sin gol

Los resultados del Mallorca B actual lo dicen todo: 15 goles marcados en toda una vuelta. Es decir, diez partidos sin perforar el marco contrario. Y cuatro jugadores -One, Tià Satre, Cedric y Ángel Sánchez- como 'pichichis' con dos goles cada uno.

Sin lugar a dudas, un gran problema para el filial, que con 20 puntos está en zona de play-out de permanencia, y que desde hace dos jornadas cuenta con la presencia de Pepe Gálvez y Alfonso Pérez en el banquillo. Por inversión, para nada corresponde la clasificación con su supuesto potencial.

En el caso del Atlético Baleares, el verano estuvo plagado de incorporaciones y de alguna marcha voluntaria sorprendente, como la del defensa central alemán Michael Wiemann, cuyo rendimiento había sido al menos aceptable. Thilo Leugers, Tim Vincken, Carles Marc, Bruno Herrero, Javi Casares y los porteros Vicenç Sabater y Benedikt Pliquett pasaron a ser historia del proyecto blanquiazul.

De la mano de Patrick Messow, responsable del área deportiva del club, recalaron en pretemporada valores seguros como Oinatz Aulestia, Guillem Vallori, Marcel Djeng, Enzo Marchesse, Xisco Hernández (ya había jugado cedido en la pasada campaña), Simon Zangerl, David Sánchez y Carlos Cristeto entre otros, dando continuidad a David Prieto, Kike López, Rubén Jurado, Chando Torres y Francesc Fullana.

Una nómina que a la hora de plasmar su calidad sobre la cancha, solo lo han hecho a nivel individual. Como colectivo, el once de Christian Ziege -muy discutido por una parte de la afición blanquiazul- ha fracasado en la mayoría de sus compromisos, lo que a nivel de clasificación se refleja con una intrascendente novena plaza.

A siete puntos de la cuarta posición que marcan Badalona y Hércules, con 33, solo la igualdad -y mediocridad- que está mostrando este grupo tercero permite a los blanquiazules seguir con vida. Y es que en condiciones normales, una racha de 5 de 18 puntos sumados dejaría fuera de competición a cualquier equipo.

La baja de Chando

En el caso del Baleares, sus más directos rivales también han competido en desatinos deportivos, por lo que aún queda toda una segunda vuelta para rectificar el rumbo de la nave blanquiazul. Y con la esperanza de recuperar efectivos, ya que la ausencia de Chando -ausente desde la tercera jornada- la nota, y mucho, el técnico alemán Christian Ziege, que además ha visto cómo una inoportuna peritonitis le ha dejado en las últimas jornadas sin los servicios de su mejor hombre en la medular, Kike López.

Por todo ello, el 2017 debe marcar un punto de inflexión más que necesario en las trayectorias del Mallorca B y Atlético Baleares en el Grupo III de Segunda B. Unos, para justificar su millonaria inversión con un lugar entre los cuatro primeros. Y los otros, para formar jugadores y, como mínimo, conservar la categoría.

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