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Análisis

Un discurso peligroso

Hay pocas cosas que molesten más a un futbolista que su entrenador le eche todas las culpas de la derrota y él se lave las manos. Es lo que está haciendo últimamente Fernando Vázquez, que no se cansa de airear los errores puntuales de sus jugadores después de una derrota y adjudicarse los méritos de las victorias, tan pocas como cuatro. Ayer volvió a las andadas el técnico mallorquinista. Atribuyó los problemas del equipo a "cuestiones mentales" más que a temas tácticos, precisamente lo que son sus atribuciones. Y, para colmo, responsabiliza a sus jugadores de que si no tiene un once tipo es porque "no se agarran al puesto". Manda narices, como diría aquel.

El técnico gallego debería ser algo más humilde, al menos cuando le ponen un micro delante. El primer responsable, para lo bueno y para lo malo, es únicamente él, y es a quien el consejero delegado y los aficionados deben pedir explicaciones de la errática trayectoria del equipo, más cerca de las plazas de descenso que de subir. Sin restar responsabilidades a los jugadores, los verdaderos protagonistas de este circo llamado fútbol, Vázquez debería cambiar de táctica y huir de este discurso peligroso.

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