Robert Sarver aprende en el Mallorca a gestionar un club de fútbol, una de las aspiraciones de un empresario al que le quedan pocos caprichos por colmar. Como todos los que le precedieron y los que le sucederán, ha aterrizado en el Mallorca con el objetivo de hacer negocio. Y este se encuentra en la Primera División, el único objetivo del club pese a que desde el mismo se airee el discurso de la calma y el largo plazo. No es verdad. El negocio está en Primera porque es la máxima categoría la que atrae a las televisiones. Mil trescientos millones reparten esta temporada entre los clubes de Primera por poco más de cien en Segunda, una miseria, y más para Sarver, acostumbrado a manejarse en la opulencia. Digamos que el Mallorca es para Sarver un conejillo de indias, un experimento del que espera sacar rédito como sus compatriotas en la Premier. Le falta ascender a Primera.
