La noticia hubiera sido que Maheta Molango, a tres días de un partido vital, hubiera mostrado dudas en público hacia su entrenador. Pero lo que también es evidente es que el consejero delegado no defiende con la vehemencia de otras ocasiones a Vázquez y los periodistas necesitaron insistir una y otra vez para que dijera que el preparador seguirá aunque el Mallorca pierda ante el Alcorcón. Permítanme que lo dude, y no porque las palabras del suizo no merezcan credibilidad, sino porque la ratificación de los entrenadores antes de ser despedidos es tan vieja como el fútbol. Y eso Molango lo sabe de sobra.
Ojalá el Mallorca gane el encuentro frente a los madrileños, y después al Nàstic y podamos ver las cosas de otra manera. Soy de los que prefería tener paciencia con el equipo por lo que mostró al inicio, pero después de diez jornadas las excusas empiezan a cansar y los resultados, que es lo que rige este maravilloso deporte, siguen sin llegar. Y lo peor que le podría pasar a Molango, y más con uno de sus jefes -Steve Nash- en el estadio, es que el mallorquinismo se girara hacia el palco, aunque no se ubique en ese lugar y el chaparrón lo tenga que aguantar Monti Galmés. De cada vez hay más voces críticas con él y su gestión, aunque eso también lo sabe.
