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Análisis

Razones para el pesimismo

Me decía un presidente del Mallorca de la época dorada en primera, cuando Cúper era entrenador, que el argentino y sus jugadores habían conseguido revertir lo que llamaba "pesimismo atávico mallorquín". En esos días añorados el Mallorca era capaz de ganar a cualquier equipo y ni siquiera tener enfrente a gigantes del fútbol como el Real Madrid, el Barça el Chelsea o el Ajax nos hacía dudar de las posibilidades de victoria del equipo.

En el infierno. Ahora, tras tres años en la caverna, el aficionado rojillo ha recuperado una de las señas de identidad de su genética. Vuelve a lo que en buen mallorquín se llama passar pena. Razones no le faltan tras tres años en Segunda: en dos nos hemos salvado en la última jornada y en la otra a falta de solo tres jornadas. De ascenso ni olerlo. De hecho, no hemos estado ni una sola semana en posiciones que llevan a Primera, ni siquiera en promoción.

Dos discursos. Ayer, Fernando Vázquez se quejaba del pesimismo de la afición mallorquinista, que tras perder un solo partido ya despidió al equipo con más de un silbido. En esta ocasión, los dirigentes del club han sido más cautos que el técnico y en ningún momento han hablado de subir sino de consolidar al equipo en la categoría. El que sigue con el discurso del ascenso, el que ha elevado las expectativas y colocado un listón más alto y sigue elucubrando con la Primera es el gallego. Es verdad, como dice Vázquez, que estamos en el kilómetro 1 de la maratón de la Liga 123, y que a lo mejor no es la hora de ser agorero y pensar en otro fracaso, pero una derrota en casa ante el Reus, un recién ascendido de Segunda B, en un partido en el que ni se marcó gol ni se mantuvo la portería a cero, es un argumento más que sólido para reverdecer nuestro habitual pesimismo mallorquín.

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