No hay mucho que celebrar, por mucho que hoy el mallorquinismo se sienta contento por haber evitado un desastre de consecuencias imprevisibles. Si ustedes repasan la hemeroteca de hace dos temporadas, cuando el equipo también salvó los muebles en la última jornada en Córdoba, las palabras eran muy similares a las que se pronunciaron ayer en Valladolid. ¿Y de qué sirvieron? Absolutamente para nada. El pasado curso la permanencia llegó a falta de tres jornadas, y gracias, y en este ya saben el final de la historia. Es imprescindible y urgente un cambio en todos los estamentos del club, a excepción de la propiedad, que en su descarga apenas lleva seis meses, aunque también ha hecho cosas mal. Este esperpento no se puede volver a producir porque ya está bien de decisiones equivocadas en los despachos, y llueve sobre mojado, y de la falta de aptitud y actitud de unos jugadores, aunque hay excepciones, que no han estado a la altura del escudo centenario que defienden.
Maheta Molango debería utilizar la escoba que no se atrevió a coger en enero y construir un proyecto serio, con profesionales competentes. Porque esto es insoportable. Está claro que ahora el club es él, y no sé si es bueno, pero el presidente Utz Claassen, que nadie sabe dónde está, y el director deportivo Miquel Àngel Nadal, deben cesar en sus cargos, aunque ese gesto llegue meses tarde. Y Vázquez no ha reforzado su imagen en estos seis meses, quizá porque sus pupilos no han dado la talla.
