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La crónica

El Mallorca muerde y gana una batalla

El equipo de Vázquez supera por actitud a un Elche sin ambición y logra un triunfo reparador que le mantiene con ventaja en la lucha por la permanencia - Lago en la primera parte y Pol Roigé en la segunda marcan los goles rojillos antes de que Vergos pusiera el miedo en el cuerpo en el 90

Sufriendo, como siempre. Pero se consiguió lo más importante. Tres puntos vitales que son vida pura, oxígeno para llegar con todas las opciones a este final de temporada. El Mallorca de Vázquez logró la victoria de forma merecida ante un Elche que dio la impresión durante gran parte del partido que llegó a Palma con todo el pescado vendido. Cuando no era así. El conjunto ilicitano aún tenía opciones de meterse en el play off de ascenso. Ahora ya no.

Fue arrollado en la primera parte por un Mallorca desconocido. Afrontaron el partido los jugadores con un hambre y unas ganas que ya la hubieran podido demostrar a lo largo de esta penosa temporada. Los rojillos, del primero al último, unos con más fortuna, otros con menos, se merecen el aplauso de unos aficionados que respondieron a la llamada del club, que regalaba entradas para este decisivo partido y el del próximo domingo ante el Córdoba. No dejaron un palmo de terreno libre. Intimidaron al rival, que se jugaba el pellejo en cada acción por las ganas con las que entraban al balón los jugadores del Mallorca. El consejero delegado Maheta Molango, al que tantas explicaciones se le han de pedir por su inacción, estuvo certero tras la derrota en Girona que dejaba al equipo a los pies de los caballos. Dijo que en Segunda, antes que jugar bien o mal, hay que competir. Saber competir. Y eso es lo que hizo ayer el grupo de Vázquez. Más vale tarde que nunca, pensará más de uno. Lo que sí es de psiquiatra es el cambio radical entre el Mallorca de Son Moix y el que pena en los desplazamientos. El primero es fiable, competitivo, capaz de ganar a cualquiera; el segundo es un lastre, un alma en pena, incapaz de ganar a nadie. Por eso ha llegado el equipo a este final de temporada con los deberes por hacer. Porque fuera no ha sabido competir, rendido al mínimo contratiempo.

El Mallorca buscó el gol desde el pitido inicial. Y lo encontró en el ecuador de la primera parte. Fue una jugada embarullada iniciada por Ortuño, el mejor del partido, y en la que participó Salomao -gran primera parte la suya-, Sissoko, Pereira y Lago, autor del gol que daba algo de tranquilidad a un equipo con los nervios a flor de piel.

Los locales siguieron jugando como si nada hubiera pasado. Corrían y corrían por cada balón como posesos, ante la incredulidad de los ilicitanos, que debían pensar que habían ido a una guerra antes que a un partido de fútbol. El equipo se sostuvo por la actitud de todos los jugadores y por la calidad de Ortuño. Ayer no marcó, pero no hizo falta. Fue el que dio pausa al equipo. Cuando tiene la pelota se sabe que algo bueno pasará. O algo con sentido, que no es poco en un equipo bloqueado.

En la segunda parte se produjo un cambio de decorado. Lo que nadie quería ver se produjo. Los rojillos se fueron descaradamente atrás en busca de un contragolpe letal. Le regalaron la pelota al equipo de Baraja. Tocaba y tocaba el Elche, aunque la verdad, con poco peligro, salvo un remate con peligro de Espinosa en el minuto 75 que Timon detuvo en dos tiempos.

Dos minutos después llegó el que tenía que ser el gol de la tranquilidad del Mallorca. Damià saca un córner, Roigé, que había entrado diez minutos antes controla, se le escapa, pero la recupera Truyols, que se la pasa al catalán para marcar el 2-0.

El trabajo parecía finiquitado. Parecía. Porque el Elche, en el minuto 90, empató en un remate de Vergos a placer en un fallo de concentración de la defensa. Quedaban cuatro minutos de añadido que, lógicamente, se hicieron eternos. El Mallorca hizo lo que tantas veces ha hecho esta temporada y no debe: provocar faltas y saques de esquina evitables. Como la que cometió Acuña justo en el mismo sitio donde se produjo la falta del gol del Elche. En esta ocasión no llegó el segundo y el Mallorca respiró tranquilo. Los jugadores, agotados, se tendieron sobre el césped. Se han quitado un gran peso de encima. Pero aún queda mucho por hacer. El domingo, la segunda batalla ante el Córdoba de Oltra y Xisco. Y esta noche, muy pendientes del Llagostera-Almería. Es lo que hay.

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