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Análisis

El Mallorca de los despropósitos

La escena se las trae y es un buen ejemplo de lo mal que se están haciendo las cosas en este Mallorca. Minuto 60 del partido del Anxo Carro. Óscar Díaz, Lago Junior y Salomao, tres de los seis refuerzos del mercado de invierno, esperando turno. El cuarto, Pol Roigé, en Palma. Y los otros dos en el campo, Ortuño a punto de ser sustituido y criticado por su entrenador al final del partido, y un Colunga intrascendente. A diferencia de otras ocasiones en circunstancias similares, el equipo carece de un líder en el campo, un futbolista con personalidad que asuma el mando. No lo es Yuste, ni Aveldaño. Esto en el campo. Fuera, un entrenador cada vez más perdido que no sabe cómo sacar partido a una plantilla descompensada, confeccionada por un director deportivo que, lejos de cuidar su imagen, huye del equipo y se refugia en su sobrino tenista.

En las alturas, igual o peor. El presidente está desaparecido en combate desde que dejó el club en manos de Sarver, y el consejero delegado parece no haberse dado cuenta de la realidad en la que se halla. Solo a él se le ocurriría irse una semana a Arizona en medio de la tormenta. Cuatro meses después de su llegada, el club sigue paralizado, más pendiente de un futuro cada vez más incierto que del desolador presente. Molango, la centenaria entidad, está en manos de unos jugadores a los que les pesa la responsabilidad. Este es el gran drama de este Mallorca de los despropósitos.

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