La maldición que pesa sobre los centrales del Real Mallorca evitó que el conjunto bermellón encontrara recompensa al buen partido que hizo en La Romareda. Cuando no es una lesión, es una expulsión. La injusta roja que vio Aveldaño mediada la segunda parte provocó una especie de motín en el banquillo rojillo. El colegiado atajó la insurrección con otras dos expulsiones a Yuste y al preparador de porteros. Y acto seguido el Zaragoza, un equipo desarbolado y muerto de miedo durante los noventa minutos, anotó el gol de la victoria.
El bloque de Vázquez perdió una ocasión de oro para sumar otros tres puntos que encarrilaran casi definitivamente la permanencia. Esta vez el Mallorca puso fútbol e intención. Hasta el último minuto, cuando Arana no acertó en un remate franco de cabeza que habría dado un más que merecido empate al equipo en inferioridad numérica.
El Mallorca del inicio fue el de siempre en los desplazamientos desde que Vázquez lo dirige. Un equipo cómodo sin la pelota, bien resguardado atrás y esperando la oportunidad de lanzar algún contragolpe peligroso.
Así que el Zaragoza aceptó su misión y dominó los primeros diez minutos, pero el Mallorca alteró el guión de Carreras cuando marcó en su primera aproximación peligrosa a la meta de Herrera. Fue un contragolpe de manual: Sissoko vio el desmarque de Company por la derecha, el mallorquín retrasó el esférico después de realizar un gran control y Arana ejecutó sin apenas oposición.
El partido estaba exactamente donde quería Vázquez: ventaja en el marcador y una Romareda presa de los nervios. Se vio una de las mejores versiones del Mallorca de la temporada; un equipo sin presión, jugando con soltura y con la inteligencia necesaria para explotar la creciente ansiedad del Zaragoza.
Los maños habían protagonizado alguna incursión peligrosa en el área de Timon, pero el bloque de Carreras estaba contra las cuerdas y entraba en estado de pánico cada vez que los bermellones ejecutaban algún ataque.
Al Mallorca le faltó una mezcla de convicción y fortuna para solventar el encuentro, así que el Zaragoza volvió a la vida con un gol que puso el empate en el marcador. Arana provocó una falta absurda y el remate de cabeza de Dorca encontró la complicidad de Timon, incapaz de blocar una pelota floja y centrada.
El tanto local igualó las fuerzas. A los maños ya no les pesaban tanto las piernas, y las dudas empezaron a asaltar a un Mallorca que, para colmo, se quedó sin Yuste. El murciano, ayer de nuevo solución de emergencia para el centro de la defensa, tuvo que abandonar el terreno de juego lesionado y dejar su sitio a Kasim.
El Mallorca recuperó la fe en el descanso y acometió la segunda parte con energías renovadas. Seguro de sí mismo, el bloque de Vázquez alargó la buena sintonía que tenía con la pelota en la primera mitad y controló todas las fases del juego. El Zaragoza flojeaba cada vez que los rojillos pasaban de mediocampo y la grada alternaba los pitos a Ortuño y a los suyos al más mínimo error.
El partido se había puesto de color bermellón, pero el árbitro enterró las buenas perspectivas de los rojillos. Aveldaño se ganó una amarilla por soltar un manotazo a un rival, pero fue exagerada la segunda amonestación por protestar. Dio igual. Pizarro Gómez lo tuvo claro y le mandó a la calle.
El banquillo bermellón se convirtió en una olla a presión. Debieron proferirse palabras gruesas contra el colegiado que, advertido por el cuarto árbitro, expulsó a Yuste y a Miki Garro, preparador de porteros. Y en el caos reinó el Zaragoza. Los locales botaron una falta, Lago entregó un balón defectuoso a Timon y Dorca aprovechó para embocar a puerta.
El partido estaba demasiado cuesta arriba para albergar la esperanza en la igualada rojilla. Solo las continuas imprecisiones del grupo de Carreras insuflaban algo de vida a los hombres de Vázquez, que tuvo el empate en el descuento en tres remates consecutivos de Campabadal, Colunga y Arana.
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