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Análisis

Mucho trabajo de entrenador

No ha cambiado el fútbol, sino el Real Mallorca. Cuando el conjunto bermellón no era un amasijo de complejos le bastaba un solo centrocampista -Vicente Engonga, Harold Lozano o Guille Pereyra- para mover la pelota y anclar al equipo en cualquier terreno de juego, por grande que fuera la exigencia. Hoy son necesarios dos pivotes defensivos para escoltar y proteger al teórico organizador, un dibujo que habla de lo limitado y precario de un proyecto que se diseñó para subir a Primera División.

Ya nadie se acuerda de aquello, pero la realidad es que la competición ha desnudado a unos futbolistas que llegaron a la isla en busca de gloria y han acabado celebrando una victoria en Huesca como si hubieran superado una eliminatoria de Champions. Otra vez la Segunda ha puesto en su sitio a un Mallorca que sigue escondiéndose detrás del escudo.

Cabe suponer que Molango va tomando apuntes de todo lo que ve y prepara una limpieza a fondo de cara a la próxima temporada. Y está por ver si Fernando Vázquez logrará esquivar la fregona del consejero delegado. Los números del técnico son pobres, pero le respaldan porque sale ganando en la comparación con sus predecesores. Las cuentas le salen al gallego y si el equipo mantiene el actual promedio de puntos la permanencia será una realidad. Pero entonces Molango deberá decidir si le entrega el volante del que presumiblemente será el proyecto más opulento de la categoría.

La victoria en Huesca ocultó las vergüenzas que afloraron contra el Llagostera, y ahora el equipo tiene que demostrar que aquello fue un punto de inflexión y no otro oasis en el desierto. Queda mucho trabajo de entrenador, terreno abonado para que Vázquez gane o pierda su credibilidad.

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