"Muchas gracias mister Sarver", le dijo un aficionado nada más recibir del propietario del Mallorca un generoso plato de paella. El banquero estadounidense, perfectamente trajeado y ataviado con una bufanda rojilla, ayudó a servir las más de mil quinientas raciones que disfrutaron los hinchas en el primero de los actos programados para festejar el Centenario.

Como si fuera un voluntario más, aunque firmó autógrafos y se fotografió con todos los que se lo pidieron como si fuera la gran estrella del equipo, Robert Sarver quiso involucrarse al cien por cien en un gesto que agradecieron muchos hinchas. No lo hizo para la foto, ni mucho menos. "El plato me lo ha dado el dueño", le comentaba orgulloso un mallorquinista a su amigo. El estadounidense estuvo toda la hora, del principio hasta el final, tan concentrado en su labor como regalando sonrisas cuando hacía falta. El único que le robó protagonismo fue la leyenda de la NBA, Steve Nash, que también le acompañó en su labor, al igual que el consejero Andy Kohlberg, el presidente Utz Claassen y el vicepresidente Monti Galmés, aunque estuvieron mucho menos tiempo.

El dos veces MVP de la mejor Liga de baloncesto del mundo tuvo tiempo para todos los que lo desearon, incluso conversó con muchos mallorquinistas con su rudimentario español. "No va de nada de chulo, es muy normal y agradable", destacaba un joven aficionado. Eso sí, lo que era innegociable para el ex jugador de los Suns, Mavericks y Lakers era ver el encuentro por televisión de la Premier League entre el Tottenham, del que es declarado fan, y el Arsenal y que finalizó con empate a dos. La cola era interminable y muchos tuvieron que aguantar de pie durante muchos minutos, pero el ambiente festivo ayudaba a amenizar la espera. Eso sí, algunos lamentaron que cuando les llegó la ocasión de comer la paella ya estaba fría. Además, DIARIO de MALLORCA repartió ejemplares de su edición de ayer a los asistentes, que disfrutaron con los detalles que explicaba el suplemento especial del Centenario.

La explanada se convirtió en un museo improvisado de camisetas del Mallorca de todas las épocas. Es cierto que la del Centenario era la que más se lucía, ya que incluso la tienda estaba a rebosar de compradores, pero incluso se podían ver muchas elásticas de hace veinte años o más. La ensaimada gigante, a la que también invitaba el club a los abonados, se quedó pequeña. Sarver bromeó con el histórico mallorquinista Toni 'Tatxa' Planas a la hora de comerla. El expresidente de la Federació de Penyes, Miquel Mesquida 'Barralet' le entregó un ramo de flores a Lilla Frederick, prometida de Nash desde el pasado viernes, cuando le dio el 'sí, quiero' en Fornalutx. El beso que se dio la pareja en el improvisado acto arrancó el aplauso de las decenas de testigos de la cariñosa escena.

A medida que se acercaba la hora de inicio del encuentro más aficionados se fueron acercando al estadio. Ya con el estómago lleno, el escenario se trasladó al aparcamiento de Son Moix, donde se izó la bandera del Centenario y se descubrió la escultura conmemorativa del pollencí Joan Bennàssar, que despertó admiración de los asistentes. "Mallorca, Mallorca", gritó Toni Tugores, presidente de la Comisión del Centenario, mirando orgulloso la obra. "Me gusta", dijo en inglés Sarver. Los centenares de personas que se agolpaban ya se quedaron a esperar la llegada del autocar de los jugadores, que hizo su entrada a las 16:36 horas. Algún que otro petardo, varias tracas y bengalas adornaron el momento. Jugadores como Company, Salomao o Lago Junior saludaron desde dentro del vehículo con el rostro concentrado. Estaba claro que no era un día cualquiera. Había mucha más gente de lo habitual en los aledaños del estadio.

Algunos que ya habían hecho cola para la paella, tuvieron que repetirla para adquirir la camiseta del Centenario en la tienda. El grupo mallorquín Valnou actuó durante ese tiempo ante un numeroso público mientras los hinchas escuchaban la música con una cerveza o incluso un gin tonic o un ron con cola. Los nervios por el trascendental encuentro flotaban en el ambiente, pero eso ya no dependía de ellos. Y, al menos por una vez, la fiesta acabó bien. La ocasión lo merecía.