El verano de 1991 fue traumático para el Mallorca, entonces presidido por Miquel Contestí. Tras perder la Copa del Rey en la primera final de su historia, en Madrid ante el Atlético y en la prórroga, el club perdía en junio a cuatro de sus mejores futbolistas. Dos por sendos traspasos -Nadal al Barcelona por 200 millones de pesetas y Claudio al Deportivo por 80- y dos en contra de su voluntad, porque los veinteañeros Marcos Martín de la Fuente y Pedro Del Campo decidieron marcharse al Sevilla. El primero echó mano de la cláusula de rescisión del famoso Decreto 1.006 y el segundo de un cambio de residencia. Los dos futbolistas fueron los primeros tránsfugas de un Mallorca que pretendía construir el equipo a su alrededor y con el apoyo de otros dos jóvenes que ese año ya darían el salto definitivo: Chichi Soler y Gabi Vidal (quienes fueron plata olímpica en Barcelona). Pese a que Marcos también se fue al Sevilla de forma inesperada, abonando su cláusula, fue el 'caso Del Campo' el que más encendió a Contestí. "Se lo llevó un mequetrefe llamado Sánchez Sabater [entonces un conocido representante]", dijo ya en agosto. "A partir de ahora, quien no firme la cláusula de 500 millones no juega", advirtió el presidente. Del Campo, que se había formado en el Cide, llegó al Mallorca tras acabar en juveniles para jugar en el filial, en la Tercera División balear. Debutó en la Liga 1990-91, para sustituir al croata Vulic y ese año fue una de las sorpresas agradables de un equipo que brilló sobre todo en la Copa.

Con un cambio de residencia. El Sevilla se interesó por Del Campo, contactó con él y le ofreció más de 100 millones de pesetas por 4 temporadas. Y como el central tenía ficha de aficionado, la operación se cerró con cambio de residencia. El Mallorca recurrió para impedir su marcha, pero la Federación Balear autorizó el traslado del jugador por trabajo y los rojillos ya solo pudieron esperar a recibir la compensación por los derechos de formación y promoción del futbolista. Del Campo estuvo obligado a jugar ese primer año en la ciudad hispalense con ficha de aficionado y acreditando un puesto laboral. Meses después se comentaba que era ¡administrativo en las oficinas del propio Sevilla!

Con el decreto 1.006 por delante. Marcos, centrocampista de la misma generación que Del Campo y con el que compartió trayectoria futbolística hasta Sevilla, también fue objeto del deseo del equipo dirigido ese año por el técnico uruguayo Víctor Espárrago. Su contratación fue menos complicada, al menos para el club andaluz: el presidente Luis Cuervas, que había declarado días antes que no iba a romper "el pacto de caballeros" entre presidentes tras la aparición del Decreto 1.006 -se establecía una cláusula de rescisión para permitir que los deportistas profesionales pudieran cambiar de club-, pagó los 75 millones de pesetas de su cláusula de rescisión.

La operación pilló por sorpresa al Mallorca, que ya había vendido a Nadal y Claudio. Y la posterior salida de Del Campo varió completamente los planes de la dirección deportiva, que intentó dotar a Llorenç Serra Ferrer de un equipo para competir en Primera. Pero un año después, en el verano del 92, el Mallorca era de nuevo equipo de Segunda División. Los recambios no dieron resultado.