Vicenç Grande fue el propietario de un Mallorca de Primera entre el 8 de junio de 2005 y el 15 de enero de 2009, tres años y medio en los que la actualidad institucional era casi tan importante como la deportiva por la desbordante ambición de su dueño, que acabó fracasando en todos sus proyectos a excepción de uno: jamás descendió a Segunda, aunque en algún curso luchó hasta el final por la salvación. Crear una empresa del ámbito inmobiliario como el Grupo Drac le había sacado del anonimato. Su condición de mecenas del deporte -apoyó al Bàsquet Inca y a ciclistas como Marga Fullana o Miquel Alzamora, entre otros- fue su carta de presentación lejos de su ámbito profesional. Su nombre empezó a sonar tanto como el de Jaume Matas, Catalina Cirer o Maria Antònia Munar, las principales autoridades de la época. Pasó de ser un empresario de cierto éxito a un hombre que cada día acaparaba portadas de periódicos, programas de radio y minutos en la televisión hablando de fútbol. Le gustaba la fama.

Su plan pasaba por transformar el Mallorca a todos los niveles. Quería un club económicamente saneado y sin estrecheces, una plantilla que mantuviera el bloque temporada tras temporada y sin apuros para mantener la categoría y unas infraestructuras dignas de un equipo de Primera. Pero se quedó con las ganas. Su objetivo de no desprenderse de las estrellas no se cumplió porque traspasó a una treintena de futbolistas durante su etapa y sus sustitutos eran cedidos de otros equipos y jóvenes con poca experiencia en la elite. Eso sí, acertó con los fichajes de Güiza, Fernando Navarro -ambos fueron campeones de Europa con España- y Jonás. Se había fijado el reto de que el Mallorca siempre estuviera por encima del puesto duodécimo en la clasificación y no lo consiguió siempre. En la campaña 2005/2005 finalizó en la decimotercera posición, en la 2006/2007 en la decimosegunda, mientras que en la 2007/2008 fue séptimo quedándose a un paso de la Copa de la UEFA. Manzano como entrenador y Nando Pons como director deportivo eran los responsables técnicos.

Las torres de Grande, como así se les llamaba en la isla, fueron el inicio de su descrédito. Se había propuesto doblar el presupuesto del club en un plazo de cinco años y para eso contaba con poder levantar dos grandes rascacielos pegados al estadio que iban a albergar viviendas y locales comerciales. "Desde Son Moix cambiaré el urbanismo de Palma", dijo en el Club DIARIO de MALLORCA. Su mensaje fue perdiendo autoridad paulatinamente ya que algunos le acusaban de buscar un pelotazo urbanístico en nombre de la entidad deportiva más representativa de Balears. Otros le creían a ciegas, pero lo cierto

es que también se quedó con las ganas porque el Ajuntament de Palma le rechazó el proyecto.

En ese momento jamás pensó que acabaría siendo engullido por el desplome en el sector de la construción. La suspensión de pagos del Grupo Drac -el mayor en la historia de Balears- provocó que el Mallorca viviera una situación de parálisis financiera. Su situación personal le obligó a apartarse, también motivada por la mala situación deportiva que atravesaban los rojillos en la campaña 2008/2009, en descenso. Su mano derecha Joaquín García le sucedió durante 28 días en la presidencia justo en un momento en el que empezaron a sonar nombres como el de los empresarios británicos Davidson y Shepherd para convertirse en nuevos propietarios. Sin embargo, finalmente fue Mateu Alemany el que se hizo cargo de las acciones. "Me han expropiado el club", lamentaba Grande ante los periodistas, a los que aseguraba que había invertido mucho dinero en el Mallorca. Y no le faltaba razón, pero ya estaba inhabilitado por sus problemas personales.