Si a principio de temporada nos hubieran dicho que el Mallorca estaría esta jornada, a solo dos domingos de la celebración del centenario del club, a un punto del descenso, seguro que nos habrían llamado ilusos. La realidad es otra muy distinta y el fantasma de la Segunda B está más cerca de lo que parece. Ni siquiera dos cambios de entrenador y uno de propietario han hecho desaparecer el miedo que sienten los mallorquinistas que no son ilusos a perder la categoría. Los dos últimos partidos no invitan precisamente a soñar y el desfile de equipos colocados en la zona alta que faltan por llegar a Son Moix no hace más que acrecentar los temores. Objetivamente, el Mallorca es superior en plantilla al Nàstic, pero los catalanes llegan a Palma con una dinámica envidiable, que incluye estar invictos lejos de su estadio desde el lejano diciembre.
A los de Vázquez, que todavía anda dándole vueltas a su sistema y a hacérselo creer a los futbolistas, hay que exigirles la victoria por encima de todo. Hay que dejarse de florituras, de juego bonito y apostar por la eficacia. La fórmula pasa sin duda por reforzar lo bueno que tenía este equipo, su seguridad defensiva, y resolver su principal carencia, la falta de gol, algo para lo que en teoría se ha gastado mucho dinero. Lo malo de todo ello es que para que las dos premisas se cumplan habría que contar con un mediocampo que sepa defiender y crear a la vez. Veremos si alguien ha tomado nota de ello.
