Fue el entrenador que ganó la Copa del Rey en 2003 y el hombre al que el Real Mallorca recurrió dos veces más para que ejerciera de bombero. En total siete temporadas en el banquillo bermellón -dos de ellas incompletas- marcadas por pronunciados altibajos en los resultados y en su relación con la grada. Ganó un título, se convirtió en uno de los técnicos que más poder e influencia ha ejercido en la parcela deportiva de la entidad balear, denunció al club a consecuencia del concurso de acreedores y volvió respondiendo a la llamada de Serra Ferrer en un último y desesperado intento del pobler para evitar el descenso. Pocas personas han tenido una relación tan intensa, para lo bueno y para lo malo, con el Malloca.

La relación entre Manzano y el Real Mallorca nació cuando Mateu Alemany lo eligió para conducir al equipo en la temporada 2002/03. De ahí salió el trofeo más importante que luce en las vitrinas de Son Moix: la Copa del Rey conquistada tras ganar en la final al Recreativo en Elche. Aquel vestuario en el que destacaban nombres como Etoo, Pandiani, Riera o Ibagaza tocó el cielo en el Martínez Valero y elevó el caché del jienense, que al finalizar el curso fichó por el Atlético de Madrid.

Pero la historia de Manzano con la entidad balear no había terminado. El técnico volvió en febrero de 2006 para salvar a un equipo que se precipitaba al abismo de la Segunda División. Relevó a Héctor Cúper, sacó lo mejor de jugadores como Nunes, Basinas y Arango, y conquistó una permanencia que parecía imposible.

El jienense ocuparía el banquillo otras cuatro temporadas en las que, formando una sólida alianza con Nando Pons, ganó mucha jerarquía en el club. Primero protegido por un Vicenç Grande muy poco intervencionista, y después convertido en un baluarte que sostuvo al vestuario mientras el Mallorca se sumía en un caos económico e institucional. Manzano parecía lo único sensato dentro del desgobierno provocado por el derrumbe del imperio económico de Grande, los desmanes de Martí Asensio y la declaración del concurso de acreedores. Pero aquello significó también el hundimiento de su popularidad. El técnico denunció al club para cobrar todos sus honorarios y el mallorquinismo no se lo perdonó. La grada ya había empezado a distanciarse de él cuando meses atrás había declarado que "en Mallorca la gente prefiere la paella al partido".

Volvería al final de la campaña 2012/13 para tratar de rescatar al equipo del descenso, esta vez sin éxito.