Varios fueron los maleficios que se rompieron ayer. El primero, y principal, ganar fuera de casa por primera vez en los últimos ocho meses. Las sensaciones empiezan a ser positivas, y el rendimiento de los refuerzos de invierno, al menos ayer, esperanzadores. Lago Junior fue de largo el mejor jugador de un partido trabado, con continuas interrupciones y poco juego. En definitiva, lo que es la Segunda. Y Ortuño, que jugó la última media hora, demostró en ese tiempo que es el mejor delantero del equipo. Participó en los dos goles y sembró el pánico en la defensa de la Ponferradina, un equipo con muy mala pinta. Habrá que agradecer a Lluís Carreras su generosidad por haber dejado escapar a un jugador que para sí quisieran la mayoría de equipos de la categoría. Para la mayoría menos para el peculiar técnico catalán. El Mallorca consiguió ayer lo que tanto tiempo ha venido buscando desde el comienzo de temporada, enlazar dos victorias, que bien pueden ser tres si el próximo domingo supera, como no se espera de otra manera, al colista Bilbao Athletic.
La llegada de Vázquez ha traído la calma que necesitaba el equipo y el club. Sin practicar un gran fútbol, se sacan los partidos adelante, lo único importante ahora mismo, todavía con la soga al cuello. Hay que aprovechar la inercia y empezar a mirar arriba. El enfermo mejora.
