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La crónica

Penosa bienvenida del equipo a Sarver

El Mallorca regresa por méritos propios a los puestos de descenso al sumar en Córdoba una severa derrota tras una indolente actuación, con una alarmante falta de actitud, ante un rival muy superior - Gálvez pudo haber dirigido en El Nuevo Arcángel su último partido

Parecían niños contra hombres. La nueva propiedad del Mallorca, capitaneada por Robert Sarver, recibió una penosa bienvenida por parte del equipo, que fue aplastado por un Córdoba muy superior. Regresar al descenso es preocupante, sobre todo porque ya se han disputado veinte jornadas, pero lo peor es que es por méritos propios. Encuentros como el de ayer no se pueden volver a repetir. De ninguna manera. No es una sorpresa que los andaluces apunten a Primera, pero el césped del Nuevo Arcángel evidenció las enormes diferencias entre unos y otros. Y eso es lo que debe hacer reflexionar a los que han diseñado esta plantilla, empezando por el director deportivo Miquel Àngel Nadal. Florin Andone, ex del Atlético Baleares, y Xisco Jiménez se bastaron para sacar los colores a un Mallorca que recordó a su peor versión. Y eso que hay decenas para elegir en los últimos años. El consejero delegado Maheta Molango, ayer en el estadio, tiene sobre la mesa la continuidad de un Pepe Gálvez que está a punto de salir. Pero lo que realmente le falta a este equipo son refuerzos que eleven el nivel de la plantilla.

La primera parte del Mallorca fue de vergüenza, impropia de estos profesionales. Hasta ahora se le podía reprochar falta de talento, escasez de ideas ofensivas, fallos puntuales en defensa, pero jamás falta de actitud. Hasta ayer. Los rojillos jugaron caminando y al Córdoba le bastó apretar el acelerador para desdibujar a los de Gálvez, que falló en su apuesta por alinear a Sissoko en banda y Coro en punta. Y eso que los visitantes se salvaron de un primer susto cuando el árbitro señaló un penalti inexistente en el minuto cinco por un supuesto desplazamiento de Joan Oriol sobre Nando tras un pase lateral. Y como suele suceder en muchas ocasiones, se hizo justicia porque Fidel lo lanzó muy mal, demasiado alto. Pero lo peor estaba por venir. Los bermellones no estaban nada cómodos, incluso despistados, porque no daban una a derechas.

Cada vez que el Córdoba tenía el balón creaba sensación de peligro, mientras que el Mallorca era previsible, muy lento, sin movilidad ni ideas. Ni siquiera un fogonazo entre Coro y Brandon, con un tiro desviado del canterano, cambió las cosas. Florin Andone se aprovechó de la desquiciante desidia de la defensa y de un patinazo de David Costas para plantarse ante Timon, que no pudo hacer nada ante el tiro raso.

Los baleares siguieron sin espabilar y el segundo no tardó mucho en llegar en una acción de esas que jamás deberían ocurrir. Tras un córner a favor, como siempre sin ningún efecto, los andaluces sorprendieron de nuevo con un contraataque que retrató a los isleños, que bajaban andando a defender. Xisco Jiménez se plantó solo y superó al indignado meta alemán, que no entendía la falta de garra de sus compañeros. El de Santa Ponça tuvo un detalle con su antiguo club ya que evitó celebrar el tanto. Apenas habían pasado veintiséis minutos y el Mallorca vivía encerrado en el feudo cordobesista como en un manicomio. La renta al descanso podría haber sido mayor si el árbitro no se hubiera equivocando señalando un fuera de juego de Fidel cuando Andone ya había marcado. Brandon y Damià lo intentaron con sendos disparos, pero sin suerte.

La bronca de Gálvez, porque no podía ser de otra manera, en el descaso sirvió para que en la reanudación se viera algo más de intensidad entre los rojillos, con un voluntarioso Moutinho, pero con la misma puntería de siempre. Al menos disimuló el baño de la primera parte, aunque eso no cambiara el destino del partido. Sissoko y Brandon probaron fortuna, pero fue Timon el que evitó el tercero ante un remate de Xisco. Hasta que llegó otro golpe. Markovic marcó a los pocos segundos de entrar aprovechándose de una empanada de Costas, que llegó tarde, elevando el balón sobre el alemán. Justo después Brandon, no podía ser otro, recortó distancias tras un buen pase de Sissoko, pero ya era demasiado tarde (3-1). Bianchi envió el balón al larguero, pero el desastre ya era una triste realidad.

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