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El análisis

La mejor jugada de Claassen

El presidente del Mallorca, y desde ahora accionista minoritario, consigue justo un año después de hacerse con el control del club "una misión casi imposible", la entrada de inversores que hagan viable la sociedad

Claassen, en una imagen como propietario del Mallorca. Tooru Shimada

­Era una jugada perfectamente estudiada. Desde el mismo día en que se hizo con el control absoluto del Real Mallorca el 5 de enero de 2015, ayer hizo un año. Ese día se convirtió en el accionista mayoritario al comprar por 1,5 millones de euros el 49,7 por ciento de los títulos de Llorenç Serra Ferrer. Aquel día se le vio exultante porque había conseguido lo que hacía tanto tiempo andaba buscando, ser el dueño absoluto del Mallorca. Pero, sin que nadie lo supiera, por su privilegiada cabeza ya pensaba en la llegada, más pronto que tarde, de capital extranjero para hacer posible la viabilidad del club.

“Ahora sí hemos garantizado la supervivencia del Mallorca. Más de veinte millones de euros han sido ingresados en la cuenta del club”, dijo ayer, orgulloso, y dirigiéndose a su izquierda, donde se encontraba Robert Sarver, el hombre que ha logrado que Claassen viviera ayer uno de los días más felices de su vida. “En un año hemos cumplido una misión casi imposible. Hemos dado un futuro estable al club”, comentó, orgulloso, delante de una marabunta de periodistas que se agolpaban en la sala de prensa del Iberostar Estadio.

Henchido de satisfacción, y pese a que hay detalles de la operación que nunca se sabrán, lo cierto es que la jugada le ha salido perfecta a este alemán de 52 años. Sus acciones han ganado valor y se quita de encima la responsabilidad del día a día del club. Y se guarda para sí un estratégico veinte por ciento que le permite actuar de bisagra en el caso de que se produzca un desencuentro, ahora mismo impensable, entre Sarver y Kohlberg, los dos máximos accionistas con un 31 por ciento cada uno.

En los 365 días transcurridos desde que se hiciera con el control de la entidad, pocas pistas dio de sus intenciones. En una entrevista concedida a este diario el 23 de marzo del pasado año, casi tres meses después de convertirse en el dueño absoluto del Mallorca, ofreció alguna señal: “Vamos a ver a quién puedo motivar para que se incorpore al proyecto, como patrocinio o incluso invirtiendo en el club”. Y dejaba bien claro para quien quisiera escucharle: “No he invertido tanto dinero (en el Mallorca) para sobrevivir una semana, sino a medio, largo y muy largo plazo”.

Para los que ahora le recriminan que ha incumplido su promesa, responde raudo que sigue en el club, pese a que haya dejado de ser el mandamás.

Jornadas de vértigo

Mientras buscaba inversores en sus continuos viajes por el mundo, Claassen debía hacer frente a los problemas del día a día del club, acrecentados por la pésima situación del equipo, siempre en el pozo de la clasificación. Desde el primer momento habla del “objetivo del ascenso” y anuncia a bombo y platillo la creación de un consejo deportivo consultivo presidido por Nadal y que debía incluir exjugadores y gente de fútbol. Nada se ha sabido de esta iniciativa.

Los dolores de cabeza aumentaban. Unas veces provocados por él mismo. “Ha sido una derrota digna”, dijo para sorpresa de todos tras perder el equipo 1-5 ante el Valladolid. El 14 de abril actúa de modo sorprendente, por lo inusual, al reunirse, uno a uno, con toda la plantilla para exigirle mayor implicación. El último jugador sale del despacho de Claassen pasadas las doce de la noche.

A finales de mayo da el último paso para hacerse con la práctica totalidad de las acciones del club al comprar el 5,5 por ciento de los títulos de Cerdà, amigo-enemigo cuando coincidieron en el Consejo en la etapa liderada por Serra Ferrer.

Tras el verano, en el que se empeñó en girar el terreno de juego de Son Moix noventa grados -llegó a instalar la maquinaria en el estadio a la espera de unos permisos de Cort que nunca llegaron-, cerró la venta a un grupo americano, el de Robert Sarver. De ahí que el 28 de octubre se aprobara una histórica ampliación de capital de 20,6 millones de euros. Una bomba que debía llevar al Mallorca a otra dimensión. Estaba claro que si Claassen había dado el paso era porque lo tenía todo atado y bien atado. “No seré tan tonto de dar este paso sin tener la seguridad de que la ampliación se cubrirá en su totalidad”, decía a los que querían escucharle.

Cansado

Afirma que se va “cansado” de llevar el día a día de la entidad. Se ha desgastado más de la cuenta, propenso como es a querer controlar hasta el último detalle. Nada se le escapaba. Su forma de actuar, la de ordeno y mando que tanto criticaba a Serra Ferrer, le ha llevado a distanciarse de personas a las que ha alabado hasta el infinito. Por ejemplo, Nadal. Nunca lo dirá públicamente, pero el de Manacor le ha decepcionado. Se han movido en mundos diferentes, el inquieto del alemán y el tranquilo del mallorquín, y la llegada del grupo de Sarver implicará la salida del más grande futbolista mallorquín de la historia.

Educado, inteligente, siempre correcto pese a que no esté de acuerdo con tus opiniones, seductor en el cara a cara, Claassen sigue pero se va. Deja el protagonismo a otros. Presume de haber sido el artífice de la operación más rentable en la centenaria historia del Mallorca. Es innegable que así es, haya perdido dinero, como aseguran en su entorno, o lo haya ganado, que está en su derecho. Pero en los que creyeron en él, en su proyecto, en su energía contagiosa, siempre quedará el regusto de que no haya sido él quien ha liderado el proyecto de convertir al Mallorca en un club respetado, en ese que soñó y detalló en ‘Mallorca 2020’. Si algún día ve al club convertido en lo que realmente quiere, siempre podrá presumir de que puso la primera piedra.

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