El 13 de junio de 1999 el mallorquinismo se despidió de un Lluís Sitjar que todavía echa de menos. No se puede decir que los 54 años de existencia del viejo estadio representaran una época dorada para la institución bermellona. Al contrario, fueron muchas las penurias y escasos los momentos de celebración que se permitió la afición a lo largo de esas cinco décadas. Sin embargo, el entrenador y los futbolistas que echaron el candado representan todavía hoy lo mejor de los cien años de historia del club. Dos temporadas prodigiosas, y la antipatía que siempre ha provocado Son Moix, acabaron convirtiendo el Sitjar en un símbolo imperecedero.

Hubo despedida por la puerta grande, como corresponde a un Mallorca que por entonces asombraba a Europa. El conjunto bermellón se jugaba con el Celta una plaza para la siguiente edición de la Champions. Ganó 2-0 y rubricó el triunfo con un golazo de falta de Jovan Stankovic, el último de la historia del Lluís Sitjar. Corría el minuto 88 y el serbio sacó el guante que tenía en la pierna izquierda para ejecutar una obra de arte.

Durante aquel partido el mallorquinismo no solo empezó a echar de menos el estadio. También dijo adiós Héctor Cúper, que días antes había confirmado su fichaje por el Valencia. El argentino dio la vuelta de honor y no pudo contener la emoción ante una afición entregada al culpable de un milagro que incluía una final de Copa del Rey, una final de Recopa y la conquista de una Supercopa de España. "Si Dios quiere, algún día volveré", prometió el técnico. Y cumplió, cinco años después, esta vez para rescatar a un Mallorca en riesgo de descenso. Junto a Cúper completó la vuelta de honor Antonio Asensio, artífice desde los despachos de aquel proyecto victorioso.

El encuentro tuvo un fuerte carga sentimental porque fue el de la despedida de varios futbolistas que habían dejado huella. Carlos Roa iba a abandonar el Mallorca y el fútbol, atraído por una secta religiosa. También dijeron adiós Dani, Marcelino y Lauren, entre otros, aunque todavía quedaba finiquitar la temporada en un intrascendente partido en Valencia.

Antes de cerrar definitivamente sus puertas, el Sitjar iba a acoger durante un tiempo partidos del filial mallorquinista. Un hecho anecdótico porque el viejo estadio y todo lo que representaba empezó a convertirse en un recuerdo agridulce con aquel gol de Stankovic.