Rolando Bianchi había ganado un entrenador, Pepe Gálvez, con el que se sentía más respaldado. Y una buena dosis de confianza después de que la pasada semana transformara el penalti que encarriló la victoria frente al Albacete. Todo hacía pensar que el italiano sería por fin determinante y sin embargo en Tenerife volvió a ser este futbolista peleón pero completamente intrascendente. Sus noventa minutos apenas dieron para un par de remates, ninguno de ellos entre los tres palos. Un bagage insuficiente para un jugador que sigue sin poder con la presión que supone ser el fichaje más caro del proyecto.
La pelea se da por descontada en cada partido de Bianchi. Y también las excusas. De nuevo podrá argumentar que no le llegaron balones claros, pero lo cierto es que el punta encadena una decepción detrás de otra.