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El banquillo

Un beso como premio a un debut soñado

Pepe Gálvez vive con intensidad su estreno como primer entrenador del Mallorca en un partido en el que dio continuas instrucciones a sus pupilos y en el que solo respiró aliviado cuando el árbitro señaló el final

Pepe Gálvez da instrucciones a sus jugadores durante el partido de ayer en el Iberostar Estadio ante el Albacete. Guillem Bosch

­Ese choque de manos con Bianchi, tan simple pero lleno de simbolismo, era el momento más deseado por Pepe Gálvez durante toda la semana. Significaba el triunfo del Mallorca ante el Albacete en su debut como primer entrenador del club de su vida. Brandon después hizo el resto marcando el segundo para respirar ya más tranquilos, pero lo que es seguro es que el calvianer vivió una tarde muy especial en Son Moix.

Después de estar a la sombra de Miquel Soler la pasada temporada y de Albert Ferrer en la presente, los focos se dirigían hacia él. Vestido con pantalones de color gris, jersey azul marino, camisa celeste y una chaqueta Hugo Boss, el técnico no se mostró tan nervioso como después reconoció en la rueda de prensa. Apoyado por sus ayudantes Alfonso Pérez Muñoz, Santi Miralles y el preparador físico Jaume Moll, Gálvez empezó el encuentro fuera del banquillo, desde el área técnica.

Apenas había pasado un minuto y ya le pedía a Brandon que reculara unos metros. Después también le dio instrucciones a Damià Sabater, que era una de sus grandes apuestas en el once titular. Con las manos en los bolsillos, quizá por el frío, quizá aplacando la tensión, el preparador mostró un estilo diferente al de Chapi. Si al catalán se le veía aplaudir y poco más, al mallorquín le gusta dar órdenes continuamente desde la banda. Y también se enfada. Así sucedió en uno de los pocos errores de David Costas en el encuentro, cuando se equivocó a la hora de sacar el balón, que acabó en la grada. Levantó los brazos con la mirada resignada y, poco después, exigía a la defensa que la pelota circulara con mayor velocidad. Su equipo presionaba mucho más arriba que en jornadas anteriores, pero el gol no llegaba. No obstante, tampoco se desesperó. Moutinho falló en un pase decisivo en el interior del área, cuando ya había hecho lo más difícil, y ni se inmutó. Pero cuando el joven colegiado De la Fuente Ramos señaló penalti sobre el extremo portugués, su único gesto fue el de rascarse la cabeza. Había que meterlo. Un minuto después lo estaba celebrando, sin ningún gesto de cara a la galería, con su cuerpo técnico y, por supuesto, con Bianchi. El italiano mostró complicidad con el que fuera ariete del Mallorca, Valencia, Betis y Burgos después de que en la etapa de Ferrer también probara la suplencia.

Gálvez inclinó sus rodillas hasta el máximo cuando un minuto después del gol, el delantero italiano falló un remate que podría haber sido la sentencia. Además, no ocultó su indignación cuando el colegiado cortó el inicio de un contraataque de sus pupilos que despertaba peligro en el área rival. Eso sí, dentro de la tensión lógica de un partido de tanta trascendencia, el entrenador tuvo algún momento para sentarse, como en el minuto sesenta y ocho, justo cuando compartió confidencias con Alfonso. El exinternacional ha aumentado su cuota de protagonismo e incluso ayer se le pudo ver en más de una ocasión salir del banquillo para pulir detalles tácticos. Gálvez, que se preocupó de animar a los futbolistas que había decidido retirar del campo, celebró el tanto de Brandon, el de la tranquilidad, aunque sin volverse loco.

En los minutos finales, con el resultado de 2-0 en el marcador, reclamó tranquilidad a sus pupilos. Quizá fue la única vez que lo hizo en los noventa minutos porque el estilo “valiente y agresivo”, que tanto ha pregonado en los últimos seis días, tuvo una correspondencia sobre el césped. Con el final del encuentro se abrazó con los suyos, visiblemente aliviado, aunque con moderación. Estaba feliz, pero sabe que todavía queda mucho. O no. Porque su continuidad se decidirá en estos dos partidos que quedan antes de Navidad. El primero ya lo ha ganado. El beso final con su pareja en el aparcamiento del estadio fue su gran premio.

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