El Sadar no es el mejor escenario para exigir el primer triunfo a domicilio del Mallorca, pero es que tiene que llegar de una vez. Incluso el punto, antes de ver el encuentro, parecería poco a tenor de lo que dicta la clasificación. Cierto, significaría acumular siete jornadas sin perder, pero los bermellones estarían en descenso. Esto se traduce en que los empates sirven para muy poco, tal y como refleja la tabla de los bermellones, que no pierden desde el 26 de septiembre. Hay que ganar, por mucho Osasuna que, plagado de jóvenes valores, esté delante. Ferrer tiene sobre la mesa una gran cantidad de excusas por si llega la derrota por el elevado número de bajas del equipo y la entidad del rival, pero el viernes evitó usarlas ante los periodistas. Esperemos que en Pamplona tampoco lo haga. Es evidente que el Mallorca ha mejorado sustancialmente en defensa, pero todavía lo es más que en ataque padece un serio problema. Los actos de fe de que este aspecto se va a mejorar empiezan a cansar porque las semanas pasan, por muy largo que sea esto. Da igual quién marque los goles mientras sirvan para sumar los tres puntos, pero lo que está claro es que alguien debe hacerlo. Y rápido.
