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Análisis

La verdad de la clasificación

Sí, en Segunda División cualquiera puede ganar a cualquiera... y también perder. Ni siquiera se dan excepciones que amparen esta hipótesis. Esa es su grandeza y a la vez su miseria. Mediocridad máxima que autoriza a presumir de haber ganado por la mínima a un equipo más que limitado y al que se anuló un gol reglamentario que nunca sabremos en qué medida pudo haber influido en el desenlace.

A ver, no es por quitar mérito a la victoria del Mallorca sobre la Llagostera, absolutamente merecida, sino más bien para invocar a la sensatez y, sobre todo, a la prudencia que hemos recomendado desde esta columna también en las derrotas, como es fácil de demostrar.

La valentía no consiste en el desprecio del miedo, sino en la capacidad de superarlo. Quien no siente temor es sencillamente un inconsciente. Pero el fútbol ofrece una tribuna gratuita y permanente en la que cabe todo con el único inconveniente de que a menudo lo que uno ha dicho hoy no sirve para mañana. Las hemerotecas son muy traicioneras, aunque veraces.

En vísperas de un viaje a Soria para enfrentarse al Numancia, con el Mallorca hundido en la tabla y abocado al descenso, Héctor Cúper tiró de sinceridad y no dudó en manifestar: "Lo único que queremos ya es ganar un partido aunque no nos sirva para nada". Y se ganó e incluso se salvó la categoría. Pero, claro, sólo los verdaderamente grandes saben que se fabrican más éxitos desde la humildad que a partir de una falsa gallardía.

La propia clasificación explica por sí misma la obviedad destacada ayer por el 'Chapi'. Ningún equipo ha ganado menos de dos partidos en las ocho jornadas de Liga transcurridas. Ninguno. Y sólo uno, el Numancia, se mantiene invicto. El mapa, suficientemente elocuente, no admite la menor duda. Lo contrario sí que sería preocupante. El quid de la cuestión no reside en poder ganar o perder contra el más o el menos pintado, sino en alcanzar una regularidad que ya falta menos para poder exigir.

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