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Análisis

¿Quién anima a quién?

No, no es una buena señal que a la octava jornada de Liga ya estemos reclamando el apoyo de la afición. Por el contrario indica si no un cierto divorcio, sí una especie de separación. En el fútbol español no impera la fe no escrita de los supporters británicos y cuando los resultados son malos incluso los seguidores del Betis, tan fervientes, transforman sus aplausos en silbidos. En este sentido Palma no es una plaza difícil. En Valencia los límites de la paciencia son mucho más estrechos. Los mallorquinistas que acuden a Son Moix no se muestran excesivamente exigentes. No son como los del Liverpool, capaces de perdonar todo, pero tampoco van más allá de la pañolada. Es más, no piden ni siquiera buen juego, sólo un buen resultado.

Hace tiempo que las tornas se han volteado. No deja de chocar que los jugadores reclamen ayuda desde la grada, cuando son los espectadores quienes esperan ser cautivados por los protagonistas del lance. A veces incluso sorprenden los gestos de más de un millonario del balón reclamando apoyo moral, sobre todo ahora que sus altos emolumentos no salen principalmente del bolsillo del público, sino de las televisiones.

Brasil, con todo el ambiente a su favor, fracasó en su propio Mundial. O sea, que lo del ambiente favorable está bien, pero nunca es tan decisivo.

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