Claassen parece tener claro que el tiempo de Ferrer en el Mallorca ha llegado a su fin. Tras mes y medio de competición y haber participado en la confección de la plantilla, el resultado es más que decepcionante. Si el alemán, que sin fundamento ha pecado de exceso de euforia en todas sus apariciones públicas, no ha prescindido del técnico catalán es por dos motivos: porque se agarra al clavo ardiendo de una reacción por ahora altamente improbable y porque destituirlo en estos momentos sería asumir que él mismo se ha equivocado con su elección.
El tiempo se acaba para Ferrer. Si impera la lógica, y en el fútbol muchas veces se cumple, un mal resultado en Oviedo el próximo domingo será la sentencia para un entrenador que no ha conectado, que vive fuera de la realidad -sus ruedas de prensa después de cada derrota son de nota- y que no ha sabido sacar provecho a una plantilla mejor de lo que demuestra. Hay que actuar ya. El tiempo corre en contra.
