Según el viejo cuento infantil, un pastorcillo bromista asustaba a los lugareños haciéndoles creer que venía el lobo para comerse sus ovejas. Tanto repitió la chanza que dejaron de creerle hasta que la bestia se presentó de verdad y de improviso.
A quienes, sin la menor intención grotesca, hemos advertido de las circunstancias negativas que incidían en la gestión deportiva y administrativa del Mallorca lo que sucede ahora no nos sorprende. Y aun así me limito a lanzar un aviso más.
No entraré a enumerar los despropósitos ya descritos en esta misma columna, solamente recordaré que el único e incorruptible juez con capacidad para sentenciar es el resultado. Unos lo esperábamos; otros, no.
Pero este artículo no va de autobombo, ni de moralina. La liga es muy larga y la plantilla no es corta, aunque limitada técnicamente. No quiero ni pensar que, aunque en el último tren, no hubieran aterrizado Costas, Bianchi y Sissoko.
Mañana se disputa el cuarto partido de la temporada. Se necesitan no menos de doce para sacar las primeras conclusiones, por mucho que el paisaje previo a las batallas no invite al optimismo.
De otro lado, el análisis deberá llevarse a cabo en función del objetivo. Este equipo podría luchar sin presión para acomodarse en la zona media de la tabla. Quienes pregonan el ascenso se engañan a sí mismos y, lo que es peor, pretenden engañarnos a todos los demás y muestran un desconocimiento total de la mentalidad de los aficionados pero, sobre todo, de los propios futbolistas.
