Para poder volar hay que soltar lastre y el Mallorca se ha puesto manos a la obra, hasta el momento sin sorpresas. Ya hemos hablado suficiente del caso Cendrós, cuya baja estaba cantada desde el fichaje de Campabadal, y merecía una despedida menos traumática y más caballerosa en atención a los servicios prestados dentro
y fuera del terreno de juego.
En cambio Assulin no tiene ningún motivo de queja. Se ha pasado un año de vacaciones en la isla y aun así Ferrer le ha dado la oportunidad de reivindicarse, por lo visto sin ningún éxito. Un joven que apuntaba a estrella y se ha quedado en el camino, aunque me atrevo a significar que no como tantos otros sino peor. Su salida cierra el único rastro que quedaba bajo las alfombras de la nefasta y breve gestión de Aouate.
Pero es de suponer que esto no se acaba aquí. Habrá más salidas, aunque Truyols y, sobre todo, Fofo sí han tenido minutos. Este último, bastantes. La renovación de Damiá Sabater, otro pivote, parece cerrar definitivamente las puertas al primero, cuyas características le convierten en competidor de Yuste más que de Javi Ros.
El hipotético fichaje de otro defensa central, al alemán Tobias se le vió muy verde, alentan la incógnita sobre la continuidad del manacorí. Y por lo que se refiere al mallorquín que llegó hace un año procedente de la Ponferradina, depende de la llegada de otro delantero centro, aunque esa demarcación no sea la suya específica.
Una semana para empezar la Liga y dos para el cierre del mercado. Se aprecia algo de fondo en el equipo, pero apenas nada de forma. Es casi normal puesto que, como ya advertíamos días atrás, conjuntar a tantos profesionales nuevos y de orígenes tan dispares lleva tiempo, algo que en este mundillo no se regala fácilmente y que suele jugar siempre con el contrario.
