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La crónica

El Mallorca de Karpin dimite en otro bochorno

El técnico será despedido hoy tras la delirante actuación ante el Leganés - Antes de la media hora los locales ya perdían 0-2 en un ejercicio de impotencia

Es verdad que la plantilla no es para tirar cohetes, pero Karpin no ha sabido sacarle el mínimo provecho. Y por eso, hoy será destituidohoy será destituido. La decisión está tomada. El equipo que dirige no juega a nada. Y lo que es peor, la sensación de derrotismo entre los jugadores es flagrante. No se ven con fuerzas para sacar esto adelante. Dijo Karpin que estaba contento con los refuerzos. Ayer jugaron los tres, pero ningún cambio se notó en un equipo roto, sin alma y sin guía que les dirija. El problema del equipo es de mayor calado que la presencia de tal o cual jugador. Es un problema estructural, de una plantilla mal confeccionada, sin un líder en el campo, por mucho que Marco lo intente, y sin nadie mínimamente cualificado para dirigir el equipo desde el césped. Podría haber sido Ros, pero Karpin no confía en él. Más de media temporada en la grada, ayer le puso con 0-2 para intentar la heroica. Para cualquier cosa menos para milagros está este equipo, una auténtica piltrafa.

El Leganés, que hasta ayer se había mostrado a domicilio como un equipo paliducho, de aire cansino -una sola victoria en toda la temporada-, de repente se vio en el trono por los ya habituales errores de juvenil del Mallorca, que salió al campo derrotado. Desde el primer instante se vio quién hacía todo para ganar el partido y quién no. Los de Garitano vieron el agujero que dejaban Kasim y Agus y por allí se metieron. Antes del cuarto de hora Aguirre marcó el primero y antes de la media Chuli sentenciaba. Quietos en el campo y en el banquillo, donde Karpin no reaccionó hasta el descanso dejando en el vestuario a Kasim y Agus, que parecen haber agotado el cupo.

Al Mallorca le faltó vigor, entrega en todas las zonas del campo. Era la viva imagen de la impotencia, que no tiraba a puerta y que tenía un juego tan previsible que hasta de espaldas al campo se podía adivinar la jugada. Karpin no ha logrado construir un equipo de fútbol que merezca ese nombre. Lo que sí ha logrado crear es una auténtica pesadilla. Se ganó la derrota con todas las de la ley. No hizo nada para ganar un partido que se llevó el Leganés de calle.

En toda la primera parte el Mallorca solo pisó dos veces el área rival. Entre que a Marco le costó entrar en juego y que otros no querían ver la pelota, alérgicos como parecen a ella Agus, Gulan o Yuste, el equipo de Karpin fue incapaz de emitir una sola señal positiva, salvo un remate al larguero de Marco. Ni un regate digno de mención, ni una combinación, ni un pase, ni un contragolpe. Nada de nada. El equipo es una miseria. El Leganés se hizo con el balón desde el primer minuto y no lo soltó. Con Karpin es el rival el que marca el ritmo del juego. El Mallorca, espera y espera, a ese ritmo trotón que le dan sus dos medios centro, ayer Joao y la novedad, Yuste, que hicieron muy poco. O nada. Son funcionariales y prescindibles.

El Mallorca parece haber tocado fondo. O no. Un Mallorca incapaz de tumbar a su ayer modestísimo rival, incapaz de crear peligro, incapaz de amagar siquiera con ello. Un Mallorca capaz, muy capaz, de dimitir. Y sin sonrojarse.

Anémico, el fútbol de los rojillos no da para mucho más, porque el equipo tiene alergia a la pelota y solo Marco pone un punto cosmético al juego. Una vez más, jugó a oscuras. Sin Bigas, no hubo nadie que diera salida al balón. Con la pelota en los pies el equipo se siente en tanga y desprende un fútbol dislocado.

Las miradas estaban puestas también en lo que pudiera hacer Xisco, que jugó con un punto de excitación en su presentación en Son Moix. Más pendiente de combatir de forma pugilística con los centrales madrileños, Xisco jugó su propio partido, esperando un balón que nunca llegaba.

Al mes de convertirse en propietario

Al mes de convertirse en propietario, Claassen se ve abocado a adoptar su primera gran decisión. El discurso de Karpin está agotado. Urge un cambio, aunque solo sea para agitar un equipo que va abocado al descenso.

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