No creo que a ningún mallorquinista le haga gracia que Llorenç Serra Ferrer, todavía máximo accionista del Mallorca, aunque sea a su pesar, se siente en el banquillo del Betis. Es cierto que el pobler tiene todo el derecho del mundo e incluso asegura que se siente legitimado para hacerlo, pero en términos estéticos no ayudaría a su imagen, ya muy deteriorada, ante la afición rojilla. El pobler es historia viva del Real Mallorca, aunque a muchos no les guste, con los ascensos a Primera División y la final de la Copa del Rey de 1991, entre otras cosas, pero la terrorífica etapa que inició en julio de 2o10 es una losa demasiado pesada para su nombre. Y lo sabe. Es el gran culpable, aunque no el único, ni mucho menos, de que el club sea cada vez más pequeño y tenga menos prestigio social y deportivo. Más allá del indiscutible morbo que suscitaría, ¿se imaginan en dos jornadas Serra Ferrer con el escudo de los verdiblancos en el pecho en un partido contra el Mallorca en el Villamarín? Es normal que tenga el 'gusanillo' en el estómago de querer entrenar, es lo que ha hecho durante las últimas tres décadas, con muchos más aciertos que errores, pero no parece lo más recomendable que sea precisamente ahora, con el asunto de la propiedad del club por resolver, y fichando por un adversario de los baleares. De hecho, ¿por qué no entrenó antes al Mallorca en las numerosas ocasiones que ha tenido? Es una respuesta que solo la tiene él.

Los grandes beneficiados de que Serra dirigiera al Betis serían sus grandes adversarios en el Consejo de Administración, antes amigos, Biel Cerdà y Utz Claassen. Sería la excusa perfecta para que el todavía presidente, para desgracia del mallorquinismo, y el consejero alemán le difamasen aún más. No tardarían ni un segundo en poner el grito en el cielo por la decisión del técnico y máximo accionista para querer demostrar, otra cosa es que alguien les crea, de que Serra es el demonio y que solo quiere la destrucción del club. No obstante, ni el pollencí ni el germano van sobrados de credibilidad ante los hinchas, sobra decirlo. Lo mejor es que el mallorquín se ahorre este lío, pero quizá eso ya le da igual.