Un penalti de moviola, de esos que hay que repetir una y mil veces para comprobar si ha habido infracción, dio la tercera victoria consecutiva al Mallorca. Ni los más viejos del lugar. El equipo realizó el peor partido de los tres que le han permitido sumar nueve puntos de carrerilla. Ahora es lo de menos, o lo parece. Lo importante es el chute de autoestima que se ha dado el equipo de Karpin, que llegó a pensar que eran el peor equipo del mundo después de siete semanas sin ganar.

Los rojillos pudieron comprobar una vez más la química que hay con su afición. Escasa, pero fiel. No desfalleció en ningún momento, y nadie se movió de su asiento hasta el pitido final. El Madrid-Barça podía esperar. Y eso que el equipo estuvo ayer más que espeso. Se vio un Mallorca acomplejado y atenazado. Nada nuevo bajo el sol.

Durante la primera parte ninguno de los dos equipos cultivó la primera lección del fútbol, la más fácil, la más obvia: quien tiene el balón puede marcar gol, quien no lo tiene no. Al cuarto de hora el Mallorca había interiorizado, de tanto correr para nada, su papel secundario en el partido. Dato preocupante porque el Sabadell no pasa de ser un don nadie en esta categoría tan mediocre. El equipo de Karpin no estaba, simplemente pasaba por allí, con voluntad, pero con los nervios pegados a los músculos. Carecía de pegada, de fútbol incisivo. Cada vez estaba más claro que el duelo se decidiría por un detalle. Estuvo en manos del Sabadell en el minuto 25 cuando Collantes, su mejor jugador, estrelló una falta lateral en el poste derecho de la portería de Cabrero. Fue su mejor y única ocasión clara en un partido en el que dominó de forma estéril.

El equipo se sostenía por Joao. El brasileño es un mojón que aporta equilibrio y contundencia defensiva. Su cartel le confiere condiciones de filtro de ataques rivales. Estuvo ayudado en esta tarea por un Bustos también entregado a la causa. Su labor fue encomiable.

El Mallorca perdía la pelota porque se metió en un embudo. No tenía desborde por fuera. El Sabadell se hacía fuerte a medida que pasaban los minutos acumulando gente atrás, todos atentos sobre un césped que sirvió de barricada. Falto de juego por las bandas, los rojillos se estrangularon frente al balcón del área. No encontró el Mallorca el punto de pausa necesario para desubicar a su rival. La aceleración llevó a la imprecisión y a la confusión.

Cambio clave

Karpin se dio cuenta tras el descanso. Poco más de cinco minutos tardó en sustituir a un desdibujado Markovic para dar entrada a Arana, que resultó decisivo. Si este está en condiciones ha de ser titular sí o sí. Y ayer lo volvió a demostrar. Seis minutos después Scepovic entró por un inoperante Abdón, buscándose toda la tarde. Y entre Scepovic y Arana, dos hombres de refresco, llegó el gol que daría los tres puntos. El serbio provocó el penalti. El árbitro vio un bulto en el suelo y señaló el llamado punto fatídico. Y Arana, sin dudarlo, se hizo con el balón para alojarlo a la derecha de Nauzet.

A partir de ese momento, alguna acción de peligro del Mallorca, como la de Scepovic, que pudo marcar en el 68, o de Marco, que la tuvo en el 74. Pero lo que se vio sobre todo fue el dominio del Sabadell, que encerró al Mallorca en su área. Fue en ese instante cuando emergió la figura de Kasim, una muralla en el centro de la defensa. Con el Sabadell ejerciendo siempre su derecho de réplica, Kasim contribuyó a dar una salida limpia a la pelota. Fue contundente cuando era preciso, y se supo anticipar siempre al delantero de turno. Kasim y Bigas han devuelto al Mallorca el equilibrio imprescindible. Ayer se demostró que un gol puede ser suficiente con una defensa solvente. Y ayer lo fue. La posibilidad del gol del empate del conjunto arlequinado devolvía al Mallorca a sus pesadillas. Al final, la victoria se celebró como un título. El equipo parece haber encontrado la senda del triunfo. Tres de tres. Pese a no jugar a nada.