El presidente más impopular de la historia del Mallorca cumple un año en la poltrona. El 29 de julio de 2013 Biel Cerdà, con apenas un cinco por ciento de las acciones, llegó mucho más lejos de lo que jamás hubiera imaginado en el organigrama del club gracias a la desesperación de Llorenç Serra Ferrer. En la peor decisión que ha tomado el pobler desde que aterrizó en Son Moix en julio de 2010, propuso al pollencí para asegurarse el control de la entidad por el miedo que tenía de que cayera en las manos de Utz Claassen y Pedro Terrasa. Cerdà ya había traicionado al anterior presidente Jaume Cladera, apoyándose en el alemán, para que quedara fuera. Con Serra firmó un acuerdo de sindicación que blindaba su alianza ante la amenaza del resto de consejeros. A día de hoy, el todavía máximo accionista se pregunta en qué estaba pensando cuando le ofreció esta posibilidad.

Serra pidió disculpas a la afición hace unas semanas "por haber traído a Cerdà al Mallorca". "Me equivoqué", agregó. Y tanto. Ya le reclama doce millones de euros en demandas interpuestas por su examigo por no haber votado lo mismo en los diversos Consejos. El mandatario, 367 días después, y tras muchos vaivenes en cuanto a su cuota de poder, fruto del eterno caos en el que vive sumido el Mallorca, sigue ostentando un cargo que, siempre que ha podido, ha dirigido con mano de hierro. De hecho, se pueden contar con los dedos de una mano las personas que no le temen. "Es un mentiroso profesional, amante de los enredos. Se siente un Dios", le dibuja un trabajador del club, que no duda a la hora de calificarle como un "dictador" en los 168 días en los que estuvo al frente de la gestión. Se apunta el mérito de haber conseguido que el G-30 retirara la demanda millonaria que hubiera saqueado las arcas de la institución.

Perdió todo el protagonismo, pero resistió en el puesto, a pesar de ser humillado, cuando Miguel Blum y Tolo Martorell fueron nombrados apoderados. Eso sí, seguía siendo la persona que convocaba los Consejos y que decidía el orden del día. Y eso es mucho. El propio Blum dimitió poco después por los "insultos y desprecios" de Cerdà. Incluso Claassen llegó a decir el 29 de mayo que el Consejo era "un manicomio" por los "gritos" del empresario. Dos meses después ya no parecen tan enfadados. La renuncia de Serra, que dejaba al club en un vacío de poder, le ha vuelto a proporcionar peso.

Durante este año Cerdà ha indignado a los hinchas, que no han perdido la oportunidad de recriminárselo en los días de partido, al igual que al resto de consejeros, incluso con descalificaciones personales. Hasta que desapareció del palco, con la excusa de que no quería perjudicar al equipo. Llegó a amenazar con llevar a los tribunales a la Grada Jove, usando los abogados del Mallorca. Finalmente fue obligado a recular. Eso sí, a pesar de todo siguió representando al club en los viajes e incluso en las comidas con las directivas rivales. Incluso les ha llegado a acompañar al estadio con su vehículo para marcharse justo después. Bien escondido.

Uno de los episodios más sonados fue cuando tuvo que devolver el coche oficial, la tarjeta de crédito de la entidad y la tarjeta SIM del Ipad. Se encontraron gastos en comidas con elevadísimas cantidades realizadas en Barcelona, donde reside, que facturó al club sin que en ese momento le estuviera representando. Ahora ya ha recuperado el coche, pero sigue sin su ansiado sueldo.

Cerdà apoyó en la petición de indulto al corrupto expresidente del Sevilla, José María del Nido, para vergüenza del mallorquinismo. Se debían llevar muy bien porque después este diario informó de que el Mallorca había pagado 300.000 euros a los hispalenses por un meta, Julián Cuesta, que ya estaba en el Almería. Se defendió diciendo que Serra también había estampado su rúbrica para ello. Criticó los fichajes del pobler en plena temporada y menospreció a Olaizola cuando el vasco cogió las riendas de un equipo a la deriva. Ya le ha pedido perdón. Solo faltaría. Y lo que es seguro es que seguirá en el cargo hasta que pueda sacar un buen dinero por sus acciones. Está en su derecho.