El sorprendente nombramiento de Miquel Angel Nadal como director deportivo del Mallorca no supone una elección más. Parece el principio y el final de muchas cosas. Con la presencia del mejor futbolista mallorquín de la historia en el organigrama técnico de la entidad, Serra Ferrer queda en fuera de juego. La jugada que tenía pensada se le ha ido al traste a no ser que sorprenda con un golpe de efecto, que no sería el primero. La opción de Aouate para hacerse cargo del club está prácticamente descartada, una posibilidad que había despertado ilusión entre el mallorquinismo al tratarse de un hombre de fútbol.

Por enésima vez, Claassen parece que vuelve a estar bien situado para tomar las riendas del club. Todo por obra y gracia de un Cerdà que ha vuelto a hacer de las suyas aliándose con el que hasta el viernes era su enemigo, de los muchos que colecciona. Un pacto a mayor escala entre el nefasto presidente y el alemán dejarían tocado y casi hundido a un Serra Ferrer que se ha quedado sin cartas con que jugar. Y, salvo que arroje la toalla -algo hará porque tiene decidido irse-, lo peor para el Mallorca es que continúa enquistado y sin vías de solución a corto y largo plazo. Nadal, mallorquinista de pro, tiene trabajo.