­Por mucho que el mallorquinismo ahora se sienta aliviado por la salvación, esta temporada ha sido un completo desastre, se mire como se mire. Con el presupuesto más alto de la Liga Adelante, con 22 millones de euros, y con una plantilla diseñada para regresar a Primera División, el equipo no ha descendido de milagro. Los futbolistas no han dado la talla en Segunda División, ni mucho menos, por mucho que la mayoría de ellos ya tuvieran sobrada experiencia un escalón por encima. Ha habido errores en la planificación y el lío institucional ha alimentado que el club estuviera en permanente conflicto, con el ambiente enrarecido, pero los que han cometidos fallos defensivos o han demostrado falta de puntería son los que estaban sobre el césped.

Si en El Nuevo Arcángel hubo euforia ayer por haber evitado el desastre es porque durante muchas semanas se produjeron decepciones. Y de las grandes. Porque este Mallorca se ha quedado a dieciocho puntos de la segunda posición, que otorgaba billete automático para subir, y a diez de la promoción. Lo vergonzoso, porque no se puede calificar de otra manera, es que se ha quedado a un solo punto de bajar a Segunda B. Ni José Luis Oltra, primero, ni Lluís Carreras, después, supieron dar con la tecla con este grupo, pero al menos el tándem formado por Javier Olaizola y Pep Alomar han inyectado autoestima a un equipo, que estaba cayendo en barrena, para sumar cinco de los nueve últimos puntos de la campaña en juego.

El Mallorca no ha estado ni un solo segundo entre los seis mejores en las cuarenta y dos jornadas en un reflejo de cómo han ido las cosas. En las tres primeras ya había encajado once goles ante el Sabadell (4-0), Murcia (2-4) y Sporting (3-0). Fue una cura de humildad en toda regla que no sirvió demasiado a la hora de aprender porque apenas hubo rachas de resultados positivos, y mucho menos de buen juego. Eso sí, nada hacía presagiar en la primera vuelta que los bermellones llegarían a la última jornada con opciones de descenso. Se acostumbró a la zona media de la clasificación, con triunfos que insuflaban esperanza, como el que consiguió ante el Eibar, a la postre campeón, por 0-1, con derrotas de las que hacen daño, como ante el Zaragoza (2-4) o en Jaén (2-1). Oltra fue despedido en la jornada 27 tras empatar en Miranda (0-0) porque se fantaseaba con el ascenso, pero fue peor el remedio que la enfermedad porque con Carreras lo único que se logró fue acercarse al abismo. El catalán apenas sumó diez puntos de treinta y seis posibles en una penosa racha que desquició a los bermellones, con tropiezos tan sonrojantes como el 0-1 del Hércules en Son Moix, sin ir más lejos. En apenas unas semanas se había pasado de mirar de reojo los puestos de arriba a temer por la permanencia. Y eso son palabras mayores. Olaizola fue una decisión desesperada, ya que no tenía ninguna experiencia como técnico en el fútbol profesional, en una situación desesperada. Y lo logró incluso recurriendo a Brandon y Company, del filial, que han jugado todo el año en Tercera División. Pero mejor dejar el cava para mejor ocasión porque no hay demasiado que celebrar en una temporada que no debería repetirse por el bien de una institución que ha visto cómo sus noventa y ocho años de vida se tambaleaban. Demasiado para el corazón.