No hay que dejarse llevar por la euforia y Carreras fue el primero, en la sala de prensa, en recordar que el equipo no había jugado bien. Dicho esto, no hay que despreciar la segunda victoria consecutiva a estas alturas de la temporada. Los tres puntos conquistados en Valdebebas, es cierto, con altas dosis de fortuna, casi sin querer, han de servir sobre todo para el tema anímico, tan deteriorado tras tantas jornadas de decepciones. Por tercera vez en la temporada, el equipo aspira a su tercera victoria consecutiva, que de producirse el próximo sábado ante el Recreativo catapultaría al equipo a las plazas de promoción.

El equipo sigue presentando síntomas preocupantes. Ni tan siquiera contra diez durante prácticamente todo el partido supo imponerse a un rival que no se sintió agobiado en ningún momento; es más, el final de la primera parte presentaba un sonrojante 59 por 41 por ciento de posesión para los blancos. Con diez. Y es que el Mallorca no sabe jugar, como ha demostrado otras tantas veces, ni contra once, ni contra diez. Falta un líder en el centro del campo y, sobre todo, ideas, alguien que dé un centro decente y no tener que estar a expensas de la jugada oportunista de turno, el momento dulce de Thomas y el gran momento de forma de Miño. Gerard está demasiado solo en punta y Riverola no está resultando este jugador que permita que el juego fluya. Fue desesperante la escasa movilidad de los de arriba.

Carreras tiene mucho trabajo por delante si quiere cambiar la situación, porque no todos los domingos serán como el de ayer. Hay jugadores que no se merecen seguir en el once titular -Alfaro y Riverola, por dar algún nombre- y otros que se merecen una oportunidad, como Alex Moreno, que inexplicablemente se ha caído del equipo y de las convocatorias. Solo la mediocridad de la categoría permite al Mallorca seguir en la lucha por meterse en las plazas de promoción. De momento el equipo se aferra a la suerte que le ha traído su nuevo técnico. Porque juego, de momento, no hay. Habrá que seguir esperando.