A Alejandro Alfaro (La Palma del Condado, Huelva, 1986) le pesa como una losa que le hayan exigido marcar las diferencias desde que aterrizó a finales del verano de 2011. "Me siento en deuda con la afición y el club", es la frase que más ha repetido en los dos últimos años. No es que contra el Girona cuajara el partido de su vida, ni mucho menos, pero al menos cumplió con su obligación dando los tres puntos a su equipo. Después del traumático descenso fue uno de los futbolistas que alzó la voz y manifestó su deseo de quedarse. Su elevado salario pudo impedirlo, pero finalmente siguió de bermellón, con el aliciente añadido de que iba a ser dirigido por José Luis Oltra, con el que cuajó la mejor temporada de su vida, anotando veintidós goles para que el Tenerife ascendiera a Primera. Fue uno de los más destacados de la pretemporada en Holanda y todo hacía presagiar que, después de haber sido un secundario en sus dos primeras temporadas en la elite, iba a ser de los que tirara del carro en la Liga Adelante. Pero empezó tan mal como el equipo y su rendimiento fue deprimente formando pareja con Víctor. Y su amigo Oltra tampoco le ayudó demasiado cuando apostó por Gerard, ya que eso provocó que Alfaro ocupara una de las bandas. El onubense puede jugar en este puesto, está claro, pero ha dejado claro que como recurso, no desde inicio. Porque pegado a la línea de cal se diluye como un azucarillo. Marcó ante la Ponferradina (2-2), es cierto, pero era uno de los señalados por los problemas del equipo.

Todo ha empezado a cambiar desde que el técnico le ha vuelto a ubicar como segundo delantero o como pivote ofensivo. Ahí tiene más relación con el balón y su cuota de protagonismo ha crecido. No es que ahora sea deslumbrante, pero sí marca goles que valen puntos, que es lo mínimo que se le puede pedir. Contra el Eibar, compartiendo dupla con Geijo, dio el triunfo a los suyos en Ipurua con un fenomenal cabezazo desde fuera del área pequeña. Y en Jaén dio esperanzas para remontar en un partido que se había puesto 2-0, entre otras razones por un fallo suyo en la acción del primer tanto. Se quitó parcialmente la espina anotando tras un buen centro de Nsue, pero el Mallorca acabó siendo derrotado.

Aquel error, después de que el propio Oltra le señalara sin nombrarle en rueda de prensa al considerar que es "impropio de futbolistas de este nivel", le amargó la semana. De ahí que su decisiva aportación del domingo ante el Girona sea el mejor bálsamo para un delantero que tiene que dar mucho más. La primera diana fue de oportunista, cazando un balón tras un mal rechace de un defensa, mientras que el segundo fue de penalti. Ya lleva cinco, una buena cifra, pero sueña con más. Es lo que le ha pedido a Papá Noel.