Es muy difícil que una situación sorprenda a Damià Amer (sa Pobla, 1958), que las ha visto de todos los colores como jugador y delegado del Real Mallorca. Sus treinta años de experiencia como empleado del club no son casualidad y esta pretemporada es la vigésima sin las botas de fútbol puestas. Casi nada.

–¿Hubiera imaginado cumplir las veinte temporadas como delegado del club?

–Son diecinueve años repartidos en dieciséis en Primera y cuatro en Segunda. Jamás pensé que podría llegar a jugar nueve años como futbolista, así que imagínese.

­–Toda una vida en el Mallorca.

–Fíjese que entré en el Mallorca un 6 de enero de 1982, venía del Poblense en Tercera y estuve nueve temporadas en el primer equipo. Como jugador he vivido tres ascensos, los del Castilla, Logroño y Espanyol y el de Vallecas como delegado. Me lesioné en la rodilla y me retiré con treinta años. Llevo treinta años sin parar en este club.

–Muchos todavía le recuerdan más por el gran marcaje a Maradona que por sus nueve años como futbolista.

–Hay cosas que marcan, quizá sin este marcaje sería un mallorquín más de los que han pasado. Pero haber defendido al mejor jugador del mundo y empatar en el Camp Nou ante todo un Barcelona tuvo mucha repercusión y hace que me conozcan por eso.

–¿Cómo le llegó esta oportunidad después de haber sido futbolista del primer equipo?

–Estuve dos años en el filial, como coordinador y ayudante, y después Pep Bonet, que pasaba a la secretaría técnica, me ofreció ser delegado. A mí me daba cosa por el tema de los aviones, que se hacía pesado, pero me gustaba la idea de estar otra vez con el rol del primer equipo. Hacía poco que lo había dejado. Además, siempre digo lo mismo, el futbolista se da cuenta de todos los privilegios que ha tenido a lo largo de su carrera cuando se retira. Te das cuenta de lo que tenías y sinceramente echaba de menos el fútbol profesional.

–Las ha visto de todos los colores en este club.

–Por supuesto. En 1982 el contable venía por la tarde, había una secretaria y un gerente. Eso era lo único que había. El delegado venía a veces y el médico pasaba un rato por la mañana y se marchaba. Teníamos catorce balones y a veces para tener una buena ropa de entrenamiento la tenía que llevar de casa.

–Usted ha sido testigo de la profesionalización del club.

–Lo que pasa es que he vivido desde dentro este crecimiento, que ha ido poco a poco, como la construcción de Son Bibiloni. Incluso con Cúper, ya en Primera, íbamos al Príncipes de España o Inca a entrenar porque no teníamos un campo donde ir.

–¿Cuántos lugares ha visitado de pretemporada?

–Muchísimos y le aseguro que me los sé todos de memoria. La primera fue en Alemania con Jaume Bauçà, Nando Pons y Pau Albertí en Segunda. Después en Palma, porque no había dinero, con Irulegui. También recuerdo en Holanda con Víctor Muñoz y con Cúper en Udine (Italia). Después fuimos diez años a Kössen (Austria), interrumpidos por los dos años que estuvimos en Inglaterra. Ahora llevamos tres en Holanda.

–¿Cuál es su favorito?

–Le guardo más cariño a Kössen porque se convirtió en nuestra casa, tenía muchas ventajas, aunque otras cosas por mejorar.

–Incluso ha organizado pretemporadas.

–En Inglaterra y en Holanda ya estaban organizadas, pero las de Kössen y Udine lo hacía todo yo. Me sentía responsable porque quería que todo saliera bien.

–¿Ha enumerado las funciones que ha desempeñado en el club?

–Menos presidente lo he sido todo. Jugador, segundo entrenador, director de la escuela de fútbol, que la fundé yo, entrenador del cadete, del juvenil, utilero y delegado. Lo que más me gusta es estar dentro del Mallorca y convivir con los jugadores. Estoy aquí para ayudar en lo que sea tanto al utilero como al director deportivo, por si me pide opinión.

–Y dicen que en sa Pobla no hay mallorquinistas.

–Pues es el pueblo de Mallorca que más jugadores ha tenido en Primera, con siete u ocho. Y hemos tenido a muchos más en cargos de responsabilidad, como ahora Serra Ferrer y Jaume Cladera. Le puedo asegurar que en sa Pobla hay muchos mallorquinistas.

–Usted conoce a Serra Ferrer de toda la vida.

–Fíjese si nos conocemos que le tuve como entrenador cuando era infantil con 13 años en el Poblense. Él estaba empezando y siempre he dicho que ya era un avanzado a su tiempo. Después en juveniles ascendimos a Liga Nacional, el primer equipo que lo hizo en Balears. Después coincidí en el Poblense y en el Mallorca.

–¿Ha cambiado mucho el fútbol de antes a ahora?

–Han cambiado los medios. Muchas veces recordamos con Serra Ferrer que entrenábamos con dos focos o como cuando yo hacía de fontanero, arreglando el termo, para poder ducharnos. Los jugadores de ahora tienen mejores condiciones, pero los de antes eran tan buenos como ellos.

–¿Qué entrenadores destacaría de los que ha trabajado como delegado?

–Cúper, Aragonés y Manzano. Me da igual el orden.

–Explíquese.

–Cúper llegó desconfiado y prudente y después me dio mucha confianza y puedo decir que somos muy amigos. En su primera temporada llegamos a la final de la Copa y fuimos quintos en Liga y en la segunda acabamos terceros, ganamos la Supercopa y jugamos la final de la Recopa. Aragonés era un técnico diferente, un hombre de fútbol. No le hacía falta tanta tecnología para detectar las cosas, sin ordenadores y pruebas médicas sabía dónde fallabas. Eso me marcó, se daba cuenta de detalles en los que nadie se fijaba. Era un gran observador. Y con Manzano he estado muchos años y tuvimos una relación personal muy buena. Y ganó la Copa del Rey.

–¿Su trabajo cambia mucho de un técnico a otro?

–Para las concentraciones sí. Siempre hay un periodo de adaptación entre él y yo, porque hay algunos a los que les gusta que todos madruguemos más o menos o que esté con él o no en el entrenamiento. De todos con los que he trabajado hay dos que no puedo verles y prefiero que no regresen jamás. Eran demasiado especiales. Jamás diré quiénes son.

–¿Y con Caparrós?

–Es un hombre de fútbol que ha vivido esto desde abajo. Se adapta mucho y sabe que no todo es perfecto. Exige pero es tolerante. Por ejemplo, el otro día el autocar se rompió y tuvimos que esperar veinte minutos y no empezó a pegar gritos porque entiende que eso puede pasar. Otros habrían montado un lío.

–¿Qué futbolista le ha hecho la vida más fácil?

–Miquel Àngel Nadal. Lo tuve de compañero y después como jugador y es un referente en educación. Fíjese en que ha jugado tres mundiales y ha sido sesenta veces internacional y es capaz de esperar para ayudar a cargarnos las maletas al autocar. Eso dice mucho.

–¿Ahora ya no es así?

–Ahora te montan un cirio si no tienen los mejores balones para ellos o no van vestidos de la misma forma. O por ejemplo en los viajes ya no quieren ir en autocar. Ahora viven en otra abundancia y no se adaptarían a lo de antes.

–¿Quién es el mejor futbolista de la historia del Mallorca?

–Etoo es el que ha marcado las diferencias, aunque también ya veía cosas en Valerón. Y por supuesto Nadal. Pero es que en todos estos años si se pudiera hacer una selección saldría un equipazo. Roa, Lauren, Nadal, Iván Campo, Romero, Finidi, Engonga, Valerón, Stankovic, Etoo y Luque, aunque puedes meter a muchos más, como Dani por ejemplo.

–¿Cuál es su mejor momento en el Mallorca como delegado?

–El primer día que acompañé al aeropuerto como delegado al equipo.

–¿Y el peor?

–Cuando vimos que podíamos bajar en aquellos partidos contra el Valladolid, Betis y Atlético. Esa agonía no te la quita nadie. La Primera División es el mayor patrimonio que tenemos, el día que no la tengamos lloraremos y parece que los mallorquines no la valoramos.

–¿Cuál es el secreto para haber sobrevivido a tantos presidentes y propietarios?

–Soy humilde y me adapto a las circunstancias. Sé cuál es mi rol, cuándo puedo hablar y cuándo tengo que estar apartado. Intento servir al que me necesita. Es difícil que tengan una queja sobre mí, aunque me puedo equivocar. Con todos los entrenadores tengo contacto directo y con los dirigentes me he implicado. Estoy al servicio del Mallorca, esté quien esté. Si eres honrado y tienes la conciencia tranquila no hay problema.

–¿Cuánto tiempo se ve haciendo este trabajo?

–Tengo 53 años y no me importaría jubilarme en el Mallorca. Hace tres semanas en el primer día de la pretemporada llegué a Son Moix con la misma ilusión o incluso más que aquel 6 de enero de 1982 cuando entré en el club.