­El Santiago Bernabéu podría vivir una doble fiesta mañana. El Real Madrid ha organizado una gran celebración para homenajear al equipo por el título de Liga conquistado hace dos semanas. Y nadie querrá perdérselo porque el estadio registrará el tercer lleno de la temporada. El Real Mallorca, por su parte, quiere celebrar su propia fiesta si gana y certifica su clasificación para la Liga Europa.

En el Bernabéu no cabrá ni un alfiler y se completará el aforo de 82.000 espectadores que tiene el estadio. Ayer ya se habían vendido todas la entradas. Los madridistas recibirán por primera vez a su equipo después de proclamarse campeón de Liga en San Mamés. Aunque ya hubo celebración en la Cibeles, quieren despedir la temporada entonando el ´alirón´ y presenciando una victoria de su equipo con la que alcance el récord de cien puntos de la Liga y supere los 99 puntos que sumó el Barcelona en la temporada 2009/2010.

Pero el conjunto bermellón se jugará el ´premio gordo´ de la Liga Europa y no se limitará a ser un invitado al festejo madridista. Los hombres de Joaquín Caparrós se han conjurado para ganar –un empate o una derrota les dejaría muy probablemente fuera de Europa– y celebrar su propia fiesta de fin de temporada. Cerca de ochocientos mallorquinistas estarán en la grada para apoyar a su equipo.

Será la tercera vez esta temporada que el Madrid llena el Bernabéu en Liga, después de las visitas del Betis y el Osasuna. En Champions solo la vuelta de las semifinales ante el Bayern logró un lleno absoluto.

Para el madridismo será una tarde histórica en la que celebrará su Liga número 32, al tiempo que podría disfrutar del récord de los cien puntos.

El club blanco tiene previsto alinear sobre el césped del Bernabéu todos los trofeos de Liga conquistadas por el Madrid y a la conclusión del encuentro no faltarán los fuegos artificiales. En esos momentos el Real Mallorca ya podría ser equipo europeo.

Y ese es el gran desafío del conjunto de Joaquín Caparrós. Hacer que el madridismo disfrute del título y de la fiesta con un poso de amargura por no haber podido despedirse con una victoria.