A veces no es demasiado tarde para el Real Mallorca, un equipo tan irregular como imprevisible. Lo que está claro es que nunca se le puede dar por muerto. Lo sabe el Valencia, que todavía trata de explicarse cómo el conjunto de Caparrós le birló los tres puntos que ya tenía en el bolsillo. Y lo saben un puñado de equipos que vieron cómo en las segundas partes se escapaban victorias que parecían apuntaladas.

El Mallorca es un equipo de reacciones que habitualmente sufre una transformación en el descanso de los partidos. Ahí entra en juego Caparrós, un técnico especialista en inyectar dosis de adrenalina a sus futbolistas cuando se dejan llevar por la pereza. Lo que les dijera a sus jugadores el domingo se quedará entre las cuatro paredes del vestuario de Mestalla, pero obró como revulsivo en un equipo que había completado una primera mitad infame.

El Mallorca no alardeó de buen fútbol en la segunda parte. Pero salió con la chispa y el acierto suficientes para marcar dos goles y rebañar un punto imposible ante la mirada atónita de Mestalla. Claro que en esta ocasión los bermellones contaron con la complicidad de un Valencia que sesteó la última media hora del encuentro.

Cada reacción ha tenido sus artífices. Nsue, Víctor y Pereira lo fueron en Mestalla. Contra la Real Sociedad en septiembre lo fue la suerte. Los donostiarras fueron mejores en el último partido de Michael Laudrup en el banquillo mallorquinista. Se adelantaron en el marcador y estrellaron hasta tres balones en los palos. Pero Víctor y Castro obraron la remontada y retuvieron los tres puntos en Son Moix. Un triunfo amargo para el técnico danés, que poco después abandonó la disciplina bermellona.

Una semana después llegaría otro lavado de cara en los minutos finales. Tomer Hemed salvó un punto ante Osasuna en el Reyno de Navarra al marcar desde los once metros. El israelí había adelantado al equipo también de penalti a los diez minutos, pero los navarros llegaron a darle la vuelta al marcador. Al final el marcador reflejó un 2-2 que satisfizo al Mallorca y dejó con buen sabor de boca a un Miquel Àngel Nadal que vivió una efímera experiencia dirigiendo al equipo desde el banquillo.

Una jornada después Mallorca y Valencia jugaron un partido que fue un calco del que disputaron el pasado domingo. Solo cambió el escenario, pero las circunstancias del choque fueron similares. Los de Emery se adelantaron 0-1 con un gol de Rami en la primera mitad y, pensando que todo el trabajo estaba hecho, se dejaron sorprender por un Mallorca que igualó en el último minuto merced a un penalti transformado por Hemed. El 1-1 fue un merecido premio para un Mallorca que había buscado el gol con más tozudez que fútbol.

Otra víctima de la insistencia del Mallorca fue el Granada en un partido que tuvo tres partes. En el momento en el que un espectador lanzó un paraguas contra uno de los árbitros asistentes los bermellones se habían desmoronado, dejándose remontar por los locales en dos despistes defensivos. La suspensión del encuentro no pudo ser más oportuna. En la reanudación, dos semanas después, Hemed acertó desde los once metros y dejó el definitivo 2-2 en el marcador. Pocas veces 29 minutos habían dado para tanto.

La penúltima remontada la firmó el Mallorca, de nuevo, ante Osasuna. Fue en Son Moix hace dos semanas. Otra vez los bermellones se fueron al descanso perdiendo (0-1). Y esta vez apareció Nsue a falta de un cuarto de hora para el final para establecer el empate en un encuentro muy vulgar del conjunto de Joaquín Caparrós.