Hay que recurrir a las hemerotecas para encontrar la última vez que el Mallorca marcó cuatro goles en un partido. Lo consiguió ayer, en un encuentro prácticamente perfecto y ante el rival que se le tenía más ganas, el Villarreal, el mismo que hace dos temporadas, con su denuncia a la UEFA, impidió que el Mallorca jugara competiciones europeas. El equipo de Caparrós, que hasta ayer era el único de la categoría que no había marcado tres goles en un partido, logró lo que tanto tiempo andaba buscando, una victoria holgada, sin sufrimiento, demostrando desde el primer minuto ser superior a su rival. Hasta ahora pocas veces lo había conseguido, por no decir ninguna. La victoria, pero sobre todo la forma cómo se alcanzó, debe marcar un punto de inflexión en la trayectoria dubitativa de este equipo, que da una de cal y otra de arena. El Mallorca demostró ayer que, con todas sus limitaciones, que las tiene y muchas, no es peor que la mayoría de los equipos que pululan por la parte baja de la clasificación. Caparrós tiene claro que la salvación pasa por hacerse fuertes en casa. Y ayer dio el primer paso. La goleada es un mensaje a los equipos que deben pasar por Palma. El que quiera llevarse los tres puntos tendrá que ganárselos. Aquí no se va a regalar nada.

El Mallorca salió decidido a resolver por la vía rápida. Los rojillos llegaban al área del Villarreal, dominaban el partido, pero apenas creaban peligro. Se puede decir que el duelo comenzó en el minuto 39. En ese momento Diego López arrolló a Hemed fuera del área en un balón dividido. Cuando los casi trece mil espectadores que se dieron cita en el estadio esperaban la tarjeta roja para el guardameta del Villarreal, Alvarez Izquierdo levantó la amarilla, para alivio del portero e indignación de los jugadores mallorquinistas. Aouate, en el otro lado del campo, no debía entender nada. Lo que hace veinte días, en una jugada similar pero sin tocar al delantero le costó la expulsión en Cornellà El Prat, ayer, en una entrada que era roja sí o sí, se quedó en amarilla, o sea, en nada, que para el caso es lo mismo.

Precisamente de esta jugada nació el primero de los cuatro goles de la tarde. Castro colocó el balón en la cabeza de Víctor, que sin oposición batía a Diego López. La mínima ventaja hacía justicia a los méritos de uno y otro equipo. Aouate solo tuvo que intervenir en un remate de Marco Ruben a los cinco minutos. Hasta el final, la tranquilidad más absoluta ante la dimisión del rival.

En la segunda parte el Mallorca salió desbocado, dispuesto a sentenciar y no sufrir. Caparrós les debió recordar en el vestuario las famosas carajas que habían sufrido sus jugadores en anteriores partidos. Se trataba de jugar bien los noventa minutos, no veinte ni cuarenta y cinco. A los ocho minutos de este segundo periodo Martí marcaba el gol de la tranquilidad al rematar de cabeza un balón manso que llegó a sus dominios después de que Diego López saliera a por uvas. El tercero llegó diez minutos después. Fue el más bonito de la tarde, en un contragolpe de manual iniciado por Tissone. El argentino la pasó a Castro y éste, desde el extremo, a Víctor, que marcó de tiro cruzado. Un gol para guardar en la videoteca. La guinda la puso Nunes cuatro minutos después, en el 67, al cabecear, cómo no, un saque de esquina botado por Castro, que participó en los cuatro goles de su equipo. El uruguayo está ofreciendo su mejor versión en mucho tiempo, justo cuando está a cuatro meses de finalizar su contrato. Bien haría el Mallorca en hacer un esfuerzo para retenerle porque sería, sin duda, el mejor fichaje para la próxima temporada.

El Mallorca culminó ayer, de alguna manera, su venganza particular ante un Villarreal declarado enemigo íntimo. Vendetas al margen, lo importante es que el equipo respira, sabe ganar e incluso golear. Y jugando bien. El que dude, que mire el partido. No se arrepentirá.