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Lletra menuda

Un brindis por la estabilidad

El cultivo de viña y la elaboración de vino vuelven a ser dedicaciones en expansión en Balears. De las cenizas de las plagas que devastaron al sector en tiempos pasados ha brotado una práctica agrícola y unas bodegas modernas capaces de dotar de savia nueva, en forma de calidad, a la actual producción de vinos. Ahora, los contagios se ensañan con otras especies vegetales. La vid deberá saber protegerse también de estos nuevos peligros que permanecen al acecho. De momento, lo está consiguiendo.

Pese a que la producción de uva, y por tanto de vino, se redujo un tanto en 2017 en relación al año anterior, lo cierto es que la facturación de las bodegas de Balears está alcanzando récords desconocidos hasta ahora. Ya se sitúa en los 34,4 millones, el doble que hace una década.

El mérito es sustancial porque el camino no resulta fácil. Al sector no le falta competencia ni tampoco obstáculos, lo cual, invariablemente, desemboca en unos precios de mercado superiores. Es la insularidad de siempre. Sin embargo, con todo, el producto está saliendo muy bien. No es otra cosa que el resultado de una maduración llamada calidad.

Los vinateros de Balears hicieron en su día un brindis, una decidida apuesta no exenta de dificultades, en aras de la estabilidad. Los resultados y el movimiento que se registra en sus bodegas confirman que la están logrando. Ahora el reto estará en saber mantenerla, en no columpiarse con el éxito ni atender a extraños cantos de sirena que siempre se producen cuando se alcanza la bonanza comercial.

Pese a la presión de la oferta foránea, se ha logrado que el 79% del vino que se elabora en Balears se consuma aquí mismo. La Unión Europea, con Alemania como mejor cliente, se lleva el 12%. El siguiente paso debe encaminarse ahora hacia el ajuste de consumo interno y en la exploración de nuevos mercados en relación a la capacidad de producción.

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