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Crisis contaminadas de un solar y de una ciudad

Otro intento, quizás definitivo, de dar utilidad al solar del desaparecido complejo de Majorica. Acaba el tantas veces estancado proceso de descontaminación y la inmobiliaria que ostenta la propiedad lo pone a la venta con la esperanza de alcanzar el interés de alguna constructora. Sin los latigazos de la crisis económica, se espera mejor fortuna que la de los proyectos anteriores de Rustic y las frustradas viviendas de protección oficial. Al lado, al Ayuntamiento se le desmoronan los edificios ya reformados, se petrifica la idea de museo y se alienta un deseo de centro multifuncional.

Es puro reflejo de la crisis, hasta el deterioro contaminado, de la industria insignia de Manacor, la perla que solo ha logrado suplir su brillo internacional con el de un tenista local que se queda en la élite simbólica, pero sin utilidad práctica como sustento colectivo. Del orgullo patrio no se vive, pero de la joya artificial y de los resultados del serrín sí. A Manacor se le han esfumado las dos cosas. Por eso necesita descontaminar algo más que los solares de Majorica.

Es una venta necesaria. Igual de la de quien sabe que no puede mantener su patrimonio, lo cual no evita que, con la operación irreversible, también se tenga la impresión de vender el alma. Con los solares de Majorica Manacor no se ha desprendido solo de una cantidad significativa de metros cuadrados en un punto neurálgico. Es la ruptura con la época de esplendor que nunca volverá.

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