El flujo de la llegada continua de inmigrantes, durante las dos últimas décadas, ha supuesto la irrupción brusca de otras culturas y creencias religiosas aportada por los nuevos residentes de las villas y pueblos de Mallorca. El caso de los musulmanes es el más expresivo porque el islamismo es también la religión de formas más diferentes con los usos y costumbres establecidas.
Pero estamos en un lugar de tolerancia, libertad de culto y diversidad en ascenso que, en todo caso, debe ser respetada y asumida de modo multidireccional. Es así sobre el papel y la norma. Más difícil resulta llevarlo a la práctica, entre otras cosas porque el impacto está siendo demasiado brusco. Ni siquiera la Administración sabe actuar siempre en consecuencia ni estar a la altura que se le puede exigir.
Sant Joan protagoniza un choque soterrado que escenifica esta situación. Los musulmanes tienen un lugar de culto abierto al lado mismo de la Iglesia. Los responsables defienden su legalidad y el alcalde les remite un requerimiento de viva voz en el pleno para que normalicen trámites pendientes. Ubicación y actitudes personales tienen mucho que ver en los recelos de una convivencia religiosa necesaria.
