Salta a la vista que Mallorca se está transformando a pasos agigantados en una isla como espacio único metropolitano. Se hace con la comodidad de accesos, preferentemente en vehículo privado y al precio de uniformar ciudades y pueblos, con el soporte implantado de zonas comerciales y polígonos industriales en lo que hasta ayer mismo era fora vila. El equilibrio enriquecedor entre Palma y part forana ha quedado descompensado en una tendencia que parece irreversible. Sin ir más lejos, el Consell, curiosamente con muchos cargos forans al frente, incide en la homogeneidad del territorio mallorquín con usos y comportamientos urbanos en cualquier rincón.
El planteamiento es superficial en grado sumo: como Palma está saturada, exportemos los grandes centros comerciales y de ocio a otros puntos de la isla. Todos los focos se ponen sobre Inca y Manacor. Es la respuesta inmediata, poco sopesada, con más contras que pros, de las autoridades de turno a la demanda inmediata. Diversión y negocio para hoy. Mañana, ya veremos. Veremos seguramente que solo la serra de Tramontana como telón de fondo marcará la única diferencia en la isla del ocio y el consumo gestionado en exclusiva por las franquicias y las grandes marcas.
Las previsiones del Plan Director de Equipamientos comerciales se antojan tan simples y contraproducentes que hasta sus teóricos beneficiarios le plantan cara. La alcaldesa de Manacor prepara alegaciones porque ve peligrar el modelo de ciudad que dice defender, con proporción entre centro comercial y pequeño comercio. Su homólogo de Inca no es tan crítico, pero también hace puntualizaciones. La reorganización integral de Mallorca requiere de aportaciones más plurales, diálogo y capacidad de consenso y definición.
