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Saber actuar frente a los imprevistos

Resulta habitual que en todas las obras, sobre todo si son de gran envergadura, se hagan modificaciones sobre la marcha, bien porque su evolución aconseja intervenciones más prácticas y útiles o porque se topa sobre el terreno con elementos insospechados. Esto último es lo que ha ocurrido con la postergada y ansiada recuperación del Teatre Principal de Inca.

Con la reforma ha aflorado el brocal de un pozo del siglo XVIII que, naturalmente, hay que preservar y, para ello, hacer las correspondientes alteraciones del proyecto. Todo lógico hasta que, a consecuencia del aljibe hallado, también salen a la superficie discrepancias entre la concesionaria y el Ayuntamiento. Vías y Construcciones pide autorización para detener las obras mientras se define la protección del pozo y el alcalde, que dice tener aval de los arquitectos, sostiene que, al tiempo que concluye la intervención de los arqueólogos, se pueden realizar trabajos complementarios.

El teatro ha esperado mucho. Se supone que ambas partes tienen interés por ver concluida su remodelación cuanto antes. La empresa para poder cobrar y trasladar los bártulos a otra parte y las instituciones para dejarlo a disposición de los ciudadanos, que es lo propio y razonable y, si es posible, marcarse un tanto electoral.

Pero las prisas y las conveniencias ocasionales son malas consejeras en casos como éste. Se trata de saber reaccionar ante los imprevistos que siempre conlleva una obra mayor, tanto en el aspecto material y técnico como en el económico. No se pueden ganar dos días para después perder un mes. Lo vital es que el Teatre se enriquezca con acierto del patrimonio del pozo descubierto.

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