Si hay una sociedad, un colectivo, que sabe reciclar y nunca da una cosa o materia por inútil, es sin duda alguna el agrícola. En la payesía mallorquina, por costumbre y necesidad, todo ha sido aprovechable. Por eso llama la atención que sa Pobla, el municipio insignia de la Mallorca rural y productiva, tenga tantas dificultades por avanzar en el reciclaje y la recogida selectiva de residuos domésticos. También resulta sumamente expresivo de la ligereza con que se han tratado las basuras en esta isla de incineración industrial. Ha sido, sigue siendo, comodidad para hoy y problemas y contaminación para mañana.
Se puede aprender del gran tropiezo y repararlo un tanto. El ayuntamiento de Sa Pobla lo hace repitiendo el proceso que ya están viviendo otros municipios. Dice que no queda más remedio que implantar la recogida puerta a puerta, un trance largo y dificultoso en lo legal y práctico, porque costará casi cuatro años de adaptación con una importante inversión económica, renovación de medios técnicos y nuevos criterios de actuación. Es la vuelta reciclada al origen en un lugar en el que ahora solo el 15% de casas controlan sus desechos.
