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La fiesta es participación

No contemplen la fiesta de Sant Antoni como meros espectadores, sumérjanse y participen de ella. Es la única forma posible de entenderla y saborearla en toda su diversidad y pluralidad.

No hacen falta enormes inversiones ni innovaciones peligrosas. Basta con abrir los canales de la participación y de la autenticidad dejando que la tradición payesa mute de forma natural en recurso válido para profesionales de los servicios varios, guardianes de los valores del pasado y agricultores del ocio de fin de semana. Nada más. Deberían entenderlo así ayuntamientos y entrenadores de la rivalidad que, en el caso de la gran fiesta de enero, no tiene sentido. El pueblo, la gente, necesita fiesta desinhiba, expresión sin restricciones y liberación de anhelos. Para esto está, perdura y se moderniza la celebración más diversificada, poliédrica y focalizada en múltiples caretas locales que se conoce en Mallorca.

San Antoni és pobler reza el lema acuñado por un ayuntamiento temeroso de perder una capitalidad lúdica que tiene las fronteras móviles de la hospitalidad, la promoción y los trienios acumulados y que en el caso que nos, ocupa carece de sentido. No hay santo más camaleónico, en una tierra en que tal animal resulta extremadamente exótico, que el gran invocado de la payesía mallorquina, ahora sociedad urbana y anónima y receptor inagotable, sin censuras y restricciones, de la ironía y la picardía del pueblo. No se conoce santo más tolerante ni comprensivo que Sant Antoni.

Sin duda que Sant Antoni és pobler. Pero también es, sin menor valor, pollencí, murer, manacorí, artanenc, andrixol y de cualquier pueblo o llogaret de Mallorca porque en casi todos ellos halla acomodo en versión y personalidad local.

Aparte de arropar la fiesta al resguardo del fogueró y con el sonido ambiente de la ximbomba, siempre queda algo por invocar y por reivindicar al santo de Viana, porque las plagas y las malas cosechas mutan al igual que la celebración festiva del anacoreta del desierto. El pueblo sencillo sigue amparándose en el austero eremita. Sabe que es quien mejor le comprende.

No ha aparecido solo la xileya fastidiosa, el picudo rojo o la serpiente de herradura. Las plagas contra las que se debe luchar en este 2018 se extienden más allá del ámbito rural, al igual que el patronazgo del santo y hasta se han incrustado en la propia fiesta porque tienen un alto poder de expansión y de contaminación. Se llaman también alta concentración humana en espacios reducidos, con el añadido del peligro de agresión sexual o desigualdad de trato por condición de género con un sentido de la responsabilidad diluido por el consumo incontrolado de alcohol. El día en que Sant Antoni logre hacer rimar la prevención y la seguridad en la glosa desajustada que todo ello comporta, la fiesta será todavía más auténtica y real, porque habrá espantado resacas y disgustos inadmisibles y evitables. Las autoridades están empezando a luchar y a concienciar de modo desigual sobre estos dimonis modernos, pero también hace falta la implicación real de cada uno de los participantes en foguerons, torrades y juergas. Entonces se proclamará con causa el verdadero Visca Sant Antoni!

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