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Una rotonda como última solución

Las rotondas se han convertido en el gran parche recurrente de los abundantes problemas de tráfico en Mallorca. En los últimos años han proliferado de manera exagerada. También sin planificación. No responden a un planteamiento previo ni mucho menos a una previsión general. Son el recurso de emergencia, la última solución posible. Donde hay un atasco, un mayor peligro o un conflicto de visibilidad se coge el compás y se monta el redondel de asfalto con jardín en la circunferencia y muy probablemente, una escultura que, con un poco de suerte, puede ser una obra de arte y, con mayor probabilidad, un verdadero mamotreto. Por eso las rotondas también distraen porque nunca sabes lo que puedes llegar a encontrarte en ellas. Lo que si queda claro es que hoy, circular en coche en la Mallorca del precario transporte público es ir de rotonda en rotonda. Son los últimos referentes.

También los mejores amortiguadores de seguridad que se ha logrado idear, ese punto de reducción de velocidad que te obliga a observar, estar atento y ceder preferencias. Son núcleos del caos organizado. Pura contradicción, como tantas otras cosas del tráfico en esta isla. Ha llegado el turno de Alaró.

El acceso principal al pueblo nunca ha sido fácil porque en el conviven muchas cosas, muchas urgencias y muchas desigualdades entre coches y peatones. Ahora el Consell y el Ayuntamiento parecen enfilar el acuerdo para montar el redondel de turno en la intersección del camino viejo de Bunyola y la carretera principal. La operación dará para varios anexos importantes, la siembra de nuevo arbolado, un paseo para los viandantes y la facilidad de accesos al cementerio. Si se consigue borrar o cuando menos diluir un punto negro, bien estará. Es posible que se hayan instalado muchas rotondas menos necesarias que la de la entrada de Alaró, por eso conviene que el proyecto anunciado por el Consell siga adelante y la alegría expresada por el Ayuntamiento se materializa en algo práctico. Bien estará un parón y media circunferencia al entrar y salir del pueblo si con ello conductores y peatones ganan en seguridad y tranquilidad. Los pueblos de Mallorca no están planificados para absorber las dimensiones de tráfico que ahora reciben. Frente a ello, la rotonda se convierte en la única solución a la espera de nuevas costumbres de movilidad colectiva.

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