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Propiedad y evolución del uso social

La historia se repite. Las congregaciones religiosas abandonan sus residencias a medida que van quedándose sin componentes y entonces los locales y conventos que habitaban quedan un tanto a la deriva, entre el mercado inmobiliario, el deterioro por cierre o la capacidad por adaptarse a los usos sociales modernos.

No es una evolución fácil ni cómoda como lo demuestra el hecho de que, en demasiadas ocasiones, vaya revestida de conflicto. Ha habido notables actuaciones de desprendimiento y generosidad, pero en otros casos las monjas -en Mallorca se trata casi siempre de congregaciones femeninas- caen en la trampa y el negocio de la oportunidad especulativa. Lo hacen aferrándose a una propiedad indiscutible en lo legal, pero cuestionable desde la contribución colectiva y la cesión de terrenos por parte de los vecinos. Las monjas han vivido y han servido casi siempre en las casas que les ayudaron a levantar los vecinos del pueblo. Deberían tenerlo en cuenta a la hora de pasar por la inmobiliaria.

En Esporles se indignan porque cuando se ha recordado a las hermanas de la Caridad que tenían un local autogestionado ahora con fines sociales, lo han puesto a la venta. Nada de negociación. Falta reciclaje y diálogo. Las monjas veteranas -no quedan jóvenes- no aprenden que servicio y carisma no tienen porqué ser presencial.

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