El sentido de la propiedad está muy aferrado y no siempre bien documentado en Mallorca. La titularidad de las cosas y sobre todo de los inmuebles y las tierras, tiene siempre pretendientes, aunque en bastantes casos sean solo una carga improductiva. La inmatriculación de bienes por parte de la Iglesia es uno de los grandes roces actuales sobre titularidad patrimonial. Pero no el único. Los tribunales tienen trabajo.
La historia del tren en Mallorca es más bien una sucesión de fracasos que de aciertos, con notables descarrilamientos de gestión pública que todavía tienen sus secuelas. La celebración del centenario de la llegada del ferrocarril al Migjorn ha sido amarga. Hoy no existe la remota posibilidad de que vuelva.
Cuando se retiró el servicio algunos vecinos de la vía fueron adquiriendo su porción anexa con unos lindes y unos términos que no siempre han estado claros. En Ses Salines, el Ayuntamiento también se ha ido adentrando en el trazado en desuso para reconvertirlo en calles y zonas colectivas. La desavenencia quedó servida y sus consecuencias han sido las reclamaciones por expropiación.
El alcalde se alegra ahora porque la perspectiva de tener que abonar más de dos millones a los reclamantes se queda en 140.000 todavía no definitivos. El interés general y la economía municipal quedan aliviados, pero también permanece patente el ámbito difuso en el que se mueve muchas veces la propiedad de unos y otros.
